EL DOCTOR FRANCIA Y EL DERECHO
A
lo largo de su vida publica y privada, el doctor José Gaspar Rodríguez de
Francia mantuvo como cuestión fundamental, una coherencia irreversible entre la Política y el Derecho,
luego, temprana vocación jurídica, puesta de manifiesto en la Universidad de
Córdoba, donde estudio leyes, se ratificó después, cuando sus compatriotas lo
llevaron a ejercer elevados cargos públicos, “cursos honorum” en que alcanzo la
cima, como jefe del naciente estado paraguayo, del que fue su autentico
creador.
Como
estudiante, se distinguió por su contracción al programa universitario, muy
exigente en aquella época, destacándose
como “Doctor In Utroque” (Vale decir, Doctor en derecho civil y canónico),
dignidad nunca alcanzada después de él, por otro paraguayo. Con este
antecedente a la vista, podemos ya formarnos un concepto de su nivel cultural,
cuya solidez puso de manifiesto en todos los actos y hechos de su profícua
existencia.
Complementó
tales disciplinas jurídicas, con copiosas lecturas, que abarcan la historia del
Oriente, Grecia y Roma, enriquecida con profundos estudios filosóficos, de
grandes pensadores antiguos, medievales y modernos, incluyendo últimamente el
pensamiento iluminista de los forjadores de la Revolución Francesa.
Estos
antecedentes explican suficientemente la decisiva influencia que tuvo el doctor
Francia en los postreros días de la colonia , en las jornadas revolucionarias
de la Independencia
Nacional, en los congresos Patriotas, y por ultimo, en las
máximas dignidades discernidas por sus contemporáneos. Era, pues, el paraguayo
mas ilustrativo de su tiempo.
Como
en su época regían las leyes españolas, principalmente de las Sietes Partidas,
el Doctor Francia se hizo experto en el conocimiento jurídico. Y su talento y
capacidad fue puesta de manifiesto cuando abrió un bufete de abogados, ganando
exitosamente y con todos los honores todos los juicios y las causas que le
encomendaban sus mandantes. Era el hombre mejor preparado en su época. En
consecuencia, ¿Quién mejor que el para ser el consejero por antonomasia de los
hombres de la Independencia
Nacional? Y asimismo ¿quién más idóneo que él, para ejercer
el gobierno de la República?
Es
preciso añadir que todos los cargos públicos, a los que el Doctor Francia fue
elevado, fueron conferidos por Diputados Sufragantes del Congreso Nacional,
ejerciendo instrucciones del pueblo soberano, a quien representaban. De ahí que jamás conspiró para llegar al poder. El poder vino legal y
legítimamente a sus manos, por voluntad expresada de los grandes Congresos patrióticos,
declararon y ratificaron la
Independencia del Paraguay, creando después las magistraturas
pertinentes, para convertir en realidad las voliciones colectivas.
Cuando
históricas asambleas populares le dignaron primeramente Dictador temporal, y al
poco tiempo lo consagraron como Dictador perpetuo, el Doctor Francia interpretó
aquella magistratura en el contexto de la antigua Roma. Roma, en efecto, elegía
un Dictador, en las horas de peligro, cuando podían naufragar las naves del
Estado. Y en esa comprensión, tanto el Doctor Francia, como sus electores, le
consagraron Primer Magistrado del país, para poner a salvo, por todos los
medios su libertad e independencia.
Y
en el largo ejercicio del poder político, el Doctor Francia fue enteramente
leal a la gran tradición romana, como lo prueba el hecho de que todas las
amenazas para hacer abortar la independencia del Paraguay, fueron conjurados
por el Señor Dictador, apelando a la ley, siempre la ley, y nunca contra la
ley. Esto lo reconoce plenamente hasta sus más exaltados enemigos. Sin el
Doctor Francia el Paraguay hubiera vuelto a ser provincia del antiguo
virreinato del Río de la Plata,
con Buenos Aires como capital o en otra hipótesis, patrimonio fronterizo de la Corona portuguesa. Y allí
habría terminado la historia.
Desde luego, Rodrigo de Souza
Coutinho. Conde Linares, al trazar la estrategia geopolítica del Brasil,
sostenía que la región Oriental del Paraguay debería integrarse al Brasil y la
región Occidental a Buenos Aires. Pero el doctor Francia se cruzó en el camino
de ambos imperialismos, frustrando para siempre todo conato de avallasar a su
patria. ¿Cómo puede negársele entonces, el titulo de Prócer por excelencia, de
la nación paraguaya independiente? Los hechos, con su rotunda realidad, así lo
confirman.
Los
enemigos del Supremo, que los tuvo a montones y de todos los pelajes, le acusan
de supuesta crueldad, por las escasas penas de muerte que dictó, para salvar a
la patria de los enemigos internos, aquellos que pretendían devolver al Paraguay
“a su patria de Buenos Aires”. Es absolutamente cierto que dictó penas de
muerte, pero en todos los casos intervinieron los jueces componentes, que
aplicaron las leyes españolas en aquel entonces vigentes.
Comparece
esta cifra, con las ejecuciones en masa sin apoyo legal, que se consumaron en
periodos revolucionarios en Europa y América, y se llegará inexorablemente a la
conclusión de que el Paraguay del Doctor Francia, los ajusticiados fueron muy
pocos y además, no sufrieron la pena capital por orden del Dictador, sino por
sentencia judicial. En todos los casos, se cumplió “el debido proceso” previsto
por las leyes españolas. De nuevo debemos convenir en la moderación del
Supremo, para imponer penas capitales. De modo que la acusación de “crueldad”, cae
por su base.
¿Cuál
era el respaldo moral, con que contaba la autoridad del Señor Dictador? Su
austeridad personal. Pudo acumular una gran fortuna, pero jamás le interesó el
oro, que degrada a tantos gobernantes de todos los tiempos. Llevaba una vida ascética,
casi la de un monje cartujo. Nunca se le
conocieron excesos por la comida ni la bebida. Consumía exactamente lo
necesario para alimentar el cuerpo y reponer las fatigas de sus desvelos. Tampoco tuvo conductas indecentes. Dominaba
su organismo, con la misma disciplina de los anacoretas. Tal era, a muy grandes
rasgos, el respaldo moral inmenso, que abonaba la respetabilidad del Doctor
Francia.
En
otras latitudes, antaño y ogaño, muchos utilizan el poder de abierto nepotismo.
El Dictador no se rodeo de su parentela ni le brindo a ella privilegio alguno.
Mucho menos la enriqueció. Todos sus familiares vivian de sus propios bienes,
anteriores al ejercicio del poder por el Doctor Francia. Y tampoco ninguno se enriqueció a expensas del erario público como suele ser
frecuente en la historia humana. La existencia pletorica en moderaciones del
Dictador, muy bien podían incluirlo entre los “Varones Ejemplares” de Plutarco.
Su
obsesión existencial fue la independencia de su patria. Y nada ni nadie le
apartó de tan magno designio. Su busto figura, con entero derecho, entre los
libertadores, que honran la galería de próceres, y el edificio de la Unión Panamericana.
Tal es el verdadero lugar en que meceré estar. Y de allí nadie podrá expulsarlo
jamás, por que su vida y su trayectoria esta definitivamente vinculada con la
libertad hemisférica.
CONCLUSIONES
En
base a esta exposición, que no tiene otro mérito que el de ser una apretada
síntesis de la vida y la obra del Doctor Francia, podemos extraer las siguientes
conclusiones.
1)
El Doctor Francia poseía una insobornable vocación
jurídica, resultante de su personalidad moral y de sus convicciones
intelectuales. Nunca el derecho fue mejor aplicado que durante su patriótico
gobierno.
2)
En todas las
ocasiones en que su vida pública le
situó en el más alto nivel de las decisiones, el Doctor Francia ajustó su
praxis a los principios tutelares del derecho. “Dura lex, sed lex” era su
divisa.
3)
Todos los cargos gubernativos que desempeño fueron de
origen popular. Jamás uso la fuerza ni la intriga, para acceder a puestos de
conducción política. Para el, la ética era un conjunto de valores incangeables,
de los cuales el hombre de gobierno no debe apartarse nunca.
4)
Su interpretación de la Dictadura se inscribe en
el Derecho Romano. Es una magistratura legal, para las horas en que peligra la
patria y sus instituciones. En este sentido, el doctor Francia es un hombre de
virtudes antiguas.
5)
Fue implacable, es cierto, en la defensa de la Independencia
Nacional, tanto con los enemigos internos y externos. Fue así
que cuando tuvo que ordenar la ejecución de penas capitales, lo hizo con normas
jurídicas, propias de las leyes españolas vigentes. La “crueldad” era algo que
no entraba en su composición de lugar.
6)
Llevó una existencia moral intachable, que le valió el
respeto de propios y extraños. La austeridad republicana fue su norma de vida
por lo cual figura con pleno derecho en la galería de próceres americanos.
Si somos
coherentes con el pensamiento y las praxis francista, debemos luchar en todos
los terrenos, para que los principios que signaron su vida y su obra, sean
plenamente restaurados en el Paraguay.
Leandro Prieto R.