viernes, 23 de mayo de 2014

EL DOCTOR FRANCIA Y EL DERECHO


EL DOCTOR FRANCIA Y EL DERECHO




            A lo largo de su vida publica y privada, el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia mantuvo como cuestión fundamental, una coherencia irreversible entre la Política y el Derecho, luego, temprana vocación jurídica, puesta de manifiesto en la Universidad de Córdoba, donde estudio leyes, se ratificó después, cuando sus compatriotas lo llevaron a ejercer elevados cargos públicos, “cursos honorum” en que alcanzo la cima, como jefe del naciente estado paraguayo, del que fue su autentico creador.

            Como estudiante, se distinguió por su contracción al programa universitario, muy exigente en aquella época,  destacándose como “Doctor In Utroque” (Vale decir, Doctor en derecho civil y canónico), dignidad nunca alcanzada después de él, por otro paraguayo. Con este antecedente a la vista, podemos ya formarnos un concepto de su nivel cultural, cuya solidez puso de manifiesto en todos los actos y hechos de su profícua existencia.

            Complementó tales disciplinas jurídicas, con copiosas lecturas, que abarcan la historia del Oriente, Grecia y Roma, enriquecida con profundos estudios filosóficos, de grandes pensadores antiguos, medievales y modernos, incluyendo últimamente el pensamiento iluminista de los forjadores de la Revolución Francesa.

            Estos antecedentes explican suficientemente la decisiva influencia que tuvo el doctor Francia en los postreros días de la colonia , en las jornadas revolucionarias de la Independencia Nacional, en los congresos Patriotas, y por ultimo, en las máximas dignidades discernidas por sus contemporáneos. Era, pues, el paraguayo mas ilustrativo de su tiempo.

            Como en su época regían las leyes españolas, principalmente de las Sietes Partidas, el Doctor Francia se hizo experto en el conocimiento jurídico. Y su talento y capacidad fue puesta de manifiesto cuando abrió un bufete de abogados, ganando exitosamente y con todos los honores todos los juicios y las causas que le encomendaban sus mandantes. Era el hombre mejor preparado en su época. En consecuencia, ¿Quién mejor que el para ser el consejero por antonomasia de los hombres de la Independencia Nacional? Y asimismo ¿quién más idóneo que él, para ejercer el gobierno de la República?

            Es preciso añadir que todos los cargos públicos, a los que el Doctor Francia fue elevado, fueron conferidos por Diputados Sufragantes del Congreso Nacional, ejerciendo instrucciones del pueblo soberano, a quien  representaban. De ahí que jamás conspiró  para llegar al poder. El poder vino legal y legítimamente a sus manos, por voluntad expresada de los grandes Congresos patrióticos, declararon y ratificaron la Independencia del Paraguay, creando después las magistraturas pertinentes, para convertir en realidad las voliciones colectivas.

            Cuando históricas asambleas populares le dignaron primeramente Dictador temporal, y al poco tiempo lo consagraron como Dictador perpetuo, el Doctor Francia interpretó aquella magistratura en el contexto de la antigua Roma. Roma, en efecto, elegía un Dictador, en las horas de peligro, cuando podían naufragar las naves del Estado. Y en esa comprensión, tanto el Doctor Francia, como sus electores, le consagraron Primer Magistrado del país, para poner a salvo, por todos los medios su libertad e independencia.

            Y en el largo ejercicio del poder político, el Doctor Francia fue enteramente leal a la gran tradición romana, como lo prueba el hecho de que todas las amenazas para hacer abortar la independencia del Paraguay, fueron conjurados por el Señor Dictador, apelando a la ley, siempre la ley, y nunca contra la ley. Esto lo reconoce plenamente hasta sus más exaltados enemigos. Sin el Doctor Francia el Paraguay hubiera vuelto a ser provincia del antiguo virreinato del Río de la Plata, con Buenos Aires como capital o en otra hipótesis, patrimonio fronterizo de la Corona portuguesa. Y allí habría terminado la historia.

            Desde luego, Rodrigo de Souza Coutinho. Conde Linares, al trazar la estrategia geopolítica del Brasil, sostenía que la región Oriental del Paraguay debería integrarse al Brasil y la región Occidental a Buenos Aires. Pero el doctor Francia se cruzó en el camino de ambos imperialismos, frustrando para siempre todo conato de avallasar a su patria. ¿Cómo puede negársele entonces, el titulo de Prócer por excelencia, de la nación paraguaya independiente? Los hechos, con su rotunda realidad, así lo confirman.

            Los enemigos del Supremo, que los tuvo a montones y de todos los pelajes, le acusan de supuesta crueldad, por las escasas penas de muerte que dictó, para salvar a la patria de los enemigos internos, aquellos que pretendían devolver al Paraguay “a su patria de Buenos Aires”. Es absolutamente cierto que dictó penas de muerte, pero en todos los casos intervinieron los jueces componentes, que aplicaron las leyes españolas en aquel entonces vigentes.

            Comparece esta cifra, con las ejecuciones en masa sin apoyo legal, que se consumaron en periodos revolucionarios en Europa y América, y se llegará inexorablemente a la conclusión de que el Paraguay del Doctor Francia, los ajusticiados fueron muy pocos y además, no sufrieron la pena capital por orden del Dictador, sino por sentencia judicial. En todos los casos, se cumplió “el debido proceso” previsto por las leyes españolas. De nuevo debemos convenir en la moderación del Supremo, para imponer penas capitales. De modo que la acusación de “crueldad”, cae por su base.

            ¿Cuál era el respaldo moral, con que contaba la autoridad del Señor Dictador? Su austeridad personal. Pudo acumular una gran fortuna, pero jamás le interesó el oro, que degrada a tantos gobernantes de todos los tiempos. Llevaba una vida ascética, casi la de un  monje cartujo. Nunca se le conocieron excesos por la comida ni la bebida. Consumía exactamente lo necesario para alimentar el cuerpo y reponer las fatigas de sus desvelos.  Tampoco tuvo conductas indecentes. Dominaba su organismo, con la misma disciplina de los anacoretas. Tal era, a muy grandes rasgos, el respaldo moral inmenso, que abonaba la respetabilidad del Doctor Francia.

            En otras latitudes, antaño y ogaño, muchos utilizan el poder de abierto nepotismo. El Dictador no se rodeo de su parentela ni le brindo a ella privilegio alguno. Mucho menos la enriqueció. Todos sus familiares vivian de sus propios bienes, anteriores al ejercicio del poder por el Doctor Francia. Y  tampoco ninguno se enriqueció  a expensas del erario público como suele ser frecuente en la historia humana. La existencia pletorica en moderaciones del Dictador, muy bien podían incluirlo entre los “Varones Ejemplares” de Plutarco.
            Su obsesión existencial fue la independencia de su patria. Y nada ni nadie le apartó de tan magno designio. Su busto figura, con entero derecho, entre los libertadores, que honran la galería de próceres, y el edificio de la Unión Panamericana. Tal es el verdadero lugar en que meceré estar. Y de allí nadie podrá expulsarlo jamás, por que su vida y su trayectoria esta definitivamente vinculada con la libertad hemisférica.

CONCLUSIONES

            En base a esta exposición, que no tiene otro mérito que el de ser una apretada síntesis de la vida y la obra del Doctor Francia, podemos extraer las siguientes conclusiones.

1)                          El Doctor Francia poseía una insobornable vocación jurídica, resultante de su personalidad moral y de sus convicciones intelectuales. Nunca el derecho fue mejor aplicado que durante su patriótico gobierno.
2)                           En todas las ocasiones  en que su vida pública le situó en el más alto nivel de las decisiones, el Doctor Francia ajustó su praxis a los principios tutelares del derecho. “Dura lex, sed lex” era su divisa.
3)                          Todos los cargos gubernativos que desempeño fueron de origen popular. Jamás uso la fuerza ni la intriga, para acceder a puestos de conducción política. Para el, la ética era un conjunto de valores incangeables, de los cuales el hombre de gobierno no debe apartarse nunca.
4)                          Su interpretación de la Dictadura se inscribe en el Derecho Romano. Es una magistratura legal, para las horas en que peligra la patria y sus instituciones. En este sentido, el doctor Francia es un hombre de virtudes antiguas.
5)                          Fue implacable, es cierto, en la defensa de la Independencia Nacional, tanto con los enemigos internos y externos. Fue así que cuando tuvo que ordenar la ejecución de penas capitales, lo hizo con normas jurídicas, propias de las leyes españolas vigentes. La “crueldad” era algo que no entraba en su composición de lugar.
6)                          Llevó una existencia moral intachable, que le valió el respeto de propios y extraños. La austeridad republicana fue su norma de vida por lo cual figura con pleno derecho en la galería de próceres  americanos.
           

Si somos coherentes con el pensamiento y las praxis francista, debemos luchar en todos los terrenos, para que los principios que signaron su vida y su obra, sean plenamente restaurados en el Paraguay.
           


                    Leandro Prieto R.

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