El Doctor Francia, algunos
ilustres contemporáneos y la integración
“Hubo en la historia un
momento en que toda la América
española, por lo menos toda Sudamérica, pareció conmoverse y vivir en comunidad
de visión y de sentido, y fue cuando se dieron la mano Bolívar y San Martín, en
vísperas de Ayacucho” Unamuno
La ciudad
de Caracas tiene el honor de haber sido la cuna del Libertador Simón
Bolívar, nacido el 21 de Julio de 1788, hijo de Juan Vicente Bolívar y Ponte y
de María de la
Concepción Palacios y Sojo, ambos de ilustre estirpe y
elevada alcurnia. Para ubicar la época que le tocó vivir, es procedente señalar
que Bolívar era una generación más joven que la de Napoleón Bonaparte, el
duque de Wellington y Andrés Jackson presidente de los Estados Unidos. Y eran sus contemporáneos
Peel, Van Buren, Schubert, Bayron, Faraday, Shelley y Lamennais. Fallecidos prematuramente sus
padres, fue criado por la esclava Hipólita, como si fuera su verdadera madre.
Bolívar viajó
a Europa en 1799 con don Simón Carreño, su tutor, quien le introdujo en la lectura
de Voltaire, Rousseau, Helvecio, Hume, Spinoza y Hobbes. De este último,
asimiló la idea de llevar una vida intensamente dinámica y en movimiento
perpetuo. De paso, conoció México y Cuba, pasando a los Estados Unidos, desde
donde cruzó el Atlántico. Le cupo en suerte lo de asistir a la coronación, en
París, del emperador Napoleón. En Madrid contrajo matrimonio con una sobrina
del marques del Toro, algo mayor que él, que lo dejó viudo dos años después,
apenas cumplidos los 20 años de edad. Y nunca intentó volver a casarse,
aconsejando la soltería a sus amigos. Ya por entonces era visto por Lord Byron
como un héroe romántico.
Nombrado en su
patria capitán de las milicias de los Valles de Aragua, éste fue el punto de
partida de su rutilante vida militar, signada por una actividad febril. A la
sazón, era Capitán General de Venezuela don Vicente de Emparán partidario de la
elevación de José Bonaparte al trono de España, en perjuicio de la tradicional
Casa de Borbón, postura que indignó a Bolívar, quien encabezó la revolución que
estalló en Caracas el 19 de Abril de 1810. La flamante Junta Suprema le
confirió el grado de Coronel y le encomendó la misión diplomática a Londres, para
conseguir que Gran Bretaña no interviniera en los asuntos políticos de América
Meridional. Tal fue su primer éxito en el ámbito internacional.
A su regreso a
Caracas, concentró todas sus energías a la organización de los ejércitos patriotas. Gracias a su notoria influencia,
se suscribió el Acta de Independencia de Venezuela, en fecha 5 de Julio de
1811, enarbolando los principios filosóficos que precedieron
a la
Revolución Francesa. Perseguido a muerte por las tropas
españolas, se refugió en Cartagena; y en
1812, a
orillas del río Magdalena, libró su primera batalla contra los peninsulares.
Triunfante Bolívar en Cúcuta, los Taguanes y Araura, se reveló como el prohombre llamado a liberar a América del
yugo hispano. Un destino prematuramente adverso le deparó jornadas de
infortunio en Cura, Urica y La
Puerta, por causa de las cuales, Venezuela perdió su
independencia.
Refugiado
Bolívar en Nueva Granada, la mala suerte impidió que prestara sus servicios al
Congreso General. Al producirse el asedio del general Morillo a la plaza de
Cartagena, no tuvo otra alternativa que exiliarse en la isla de Jamaica, donde
fue objeto de un atentado criminal que por poco pone fin a su existencia,
viéndose obligado a viajar a los Cayos con trescientos hombres, renovando en
Margarita la que sería su epopeya, que significó el final de la Revolución de
Venezuela. Dirigió los combates, desde las montañas de Caracas, hasta la ribera
del río Apure, y desde allí a los llanos de Casanaro, a las bocas del Orinoco.
A lo largo de
aquella gesta, sus indómitos soldados se foguearon al máximo, venciendo en las
batallas de Guayanas, Calabozo, El Sombrero y San Fernando, si bien sufriendo
contrastes en la Puerta,
Hogaza y Cumaná. En aquel lapso histórico, Nueva Granada conocía la terrible
opresión de los “godos”. Llegó así uno de los momentos estelares de Bolívar,
cuando superando a Anibal, atravesó enormes montañas, venciendo en Gameza,
Vargas y Donza, prolegómenos del inmortal combate de Boyacá, que dio la Libertad a la actual
Colombia. El Congreso de Angostura, compuesto por venezolanos y colombianos,
proclamó la República
Unida, el 17 de diciembre de 1817. Bolívar recibió el título
de Padre de la
Patria. Dirigióse entonces a los llanos de Carabobo, en donde
postrado ante la soberanía nacional, juró solemnemente cumplir la Constitución de la República.
Acicateado por
el dolor del pueblo ecuatoriano, y en la batalla de Bombona, incluye a Quito en
el seno de la República;
cruzó las montañas del Perú, venciendo a la naturaleza que obstruía su paso,
con la barrera de los Andes, para liberar también a los hermanos peruanos. La
por siempre feliz batalla de Ayacucho le abrió el camino de La Paz, capital de la actual
República de Bolivia, que tomando este nombre, honró al Libertador, en agosto de
1820. Bolívar escaló el cerro de Potosí, en cuya cúspide izó las banderas de
Colombia, Argentina, Chile y Bolivia,
ocasión memorable en que pronunció estas palabras:
“ La Gloria
de haber conducido triunfantes los estandartes de la Libertad, hasta estas
frías regiones, es superior a los inmensos tesoros que se hallan a nuestros
pies”
Comprendiendo
cabalmente la heterogeneidad de aquellos pueblos y sus particulares
características, propuso Bolívar al Congreso de Angostura un proyecto de
Constitución, dimitiendo a todos sus cargos. Pero la anarquía desatada entre
las jóvenes Repúblicas, vino a
perturbar su definitiva
estructuración institucional.
Herido por la
calumnia, que le atribuía el propósito de convertirse en dictador - algo que no
pasó por su mente republicana y democrática - el Prócer entró en un período de
agonía espiritual, que ensombreció sus años postreros. Gravemente enfermo,
partió a Santa Marta, donde le sorprendió la muerte el 17 de diciembre de 1830,
cuando aún mucho podía hacer, a favor de un venturoso desarrollo de América.
PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE
BOLÍVAR
Si bien es cierto que en
el pensamiento filosófico de Bolívar hay claras huellas de todos los que
forjaron el clima espiritual que eclosionó en la Revolución Francesa
de 1789, supera entre todos ellos, la concepción de Juan Jacobo Rousseau, con
su teoría del Contrato Social y su condición de factor influyente en la
doctrina republicana y democrática, que triunfó en la emancipación de las
repúblicas latinoamericanas. Este pensador proclamó el principio de la
soberanía nacional y popular, como base natural de la sociedad, dando a los
derechos del hombre (hoy, derechos humanos) como emanación necesaria de nuestra
propia naturaleza, obligándonos a que aceptemos la imposición suprema de
nuestros deberes, considerados como la carga natural de nuestros derechos.
Mediante Rousseau, por primera vez la humanidad vio que la política no es una
serie de arbitrarios convencionalismos, sino el consorcio ineludible de la
ciencia, formada por el conocimiento de la verdad, por la posesión de la moral
y por el sentimiento profundo de la virtud. En este sentido, la obra de
Rousseau fue decisiva en el surgimiento de un mundo nuevo.
En
Venezuela, asevera Paul Johnson[1], la
retórica de la
Revolución Francesa y el constitucionalismo de los
norteamericanos, en acción conjunta, determinaron que el Congreso General del
1° de Julio de 1811, aprobase una “ Declaración de los Derechos del Pueblo”,
que declaraba la soberanía popular como imprescriptible, inalienable e
indivisible; la libertad, la propiedad,
la seguridad, la igualdad ante la ley, el carácter temporal de los cargos
públicos y también la felicidad como meta de la sociedad. En este escenario
apareció entonces un hombre, que estaba en perfectas condiciones de imponer
dicha Declaración: Simón Bolívar tuvo el coraje y la iniciativa necesaria para
atravesar los Andes con un ejército. Podía citar a Voltaire y usaba el lenguaje
del idealismo político. En Londres conoció a personalidades como William Wilberforce
y al educador Thomas Lancaster. Aprendió a utilizar la prensa y a influenciar a
la opinión pública. Siempre sabía utilizar la idea del progreso.
Tanto
Bolívar como San Martín apreciaban que era necesario jugar la carta
constitucionalista y democrática, para conquistar la opinión internacional.
Bolívar adoptó actitudes respetuosas hacia las constituciones de Estados Unidos
y Gran Bretaña, e incorporó fragmentos de las mismas en distintos planos. “Sin
moral republicana – decía – no puede haber gobierno libre”. El primer caso
oficial en el sentido de considerar que la independencia de las ex colonias era
un hecho consumado, fue el 8 de marzo de 1822, cuando el presidente James
Monroe envió al Congreso de los Estados
Unidos un mensaje, que proponía reconocer a las nuevas repúblicas. Poco
después Castlereagh, primer ministro británico, aceptó las banderas de los
nuevos países, a los fines comerciales.
A fines de
diciembre de 1824, luego de la batalla de Ayacucho, el primer ministro Canning
reconoció a Colombia, con lo cual desencadenó un proceso irreversible de
aceptación de las nuevas repúblicas americanas, en el concierto mundial. El
Congreso de Panamá, convocado por el Libertador, sentó los basamentos de los
ideales bolivarianos.
Con
el transcurso del tiempo, todas las repúblicas latinoamericanas se fueron dando
a sí mismas instituciones democráticas, al punto tal, que América ha sido
llamada el continente de la
Libertad. Así pues, desde el punto de vista histórico y
político, los principios enunciados por Voltaire, Rousseau y los
Enciclopedistas, y después por Emmanuel
Kant con su doctrina del Estado de Derecho, entraron a formar parte
definitiva de nuestro hemisferio, gracias a las victorias alcanzadas por los
conductores de los ejércitos de la independencia americana, entre las cuales,
la hazaña imperecedera de Simón Bolívar se destaca con nítidos perfiles.
Espiritualmente, el Libertador preside los destinos de las repúblicas
latinoamericanas. El sistema republicano y democrático ha calado muy hondamente
en la mente y en el corazón de los pueblos que integran la comunidad
hemisférica, hasta llegar a ser teórica y prácticamente irreversible.
DOCTOR FRANCIA, DEFENSOR IRREDUCTIBLE DE NUESTRA
INDEPENDENCIA.
Cada
República americana tiene bien definidos sus rasgos propios. En el caso del
Paraguay, nuestra República debió enfrentar, de un lado, el confeso deseo de
Buenos Aires, en el sentido de reconstruir el Virreinato del Río de la Plata, y por el lado del
Brasil, una tendencia imperialista, orientada a absorber al pueblo paraguayo.
Frente a ambas
potencias hegemónicas, en 1811 se alzó la voluntad independentista irreductible
del Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia. Ajustándose a aquella realidad, el
Prócer no vaciló en instaurar una dictadura inspirada en el modelo de los
antiguos romanos, cuyo origen popular le confería legalidad y legitimidad.
Calificados Congresos Generales le otorgaron al Doctor Francia el título de
Dictador de la República
del Paraguay, con el cual ha pasado a la historia, en medio del unánime
consenso nacional y popular, vigente en el pasado y consagrado en el presente,
como defensor intransigente de la soberanía paraguaya. Para hacer realidad el
cumplimiento de su mandato, el Doctor Francia tuvo que apelar, en ciertos
casos, a medidas extremas. Éstas no pueden ser sometidas a un cuestionamiento
crítico, con acuerdo a los cánones contemporáneos, sino que deben ser
encuadrados en el marco histórico de la reciente República del Paraguay. Y
entonces, el Doctor Francia alcanza su completa justificación en el contexto
americano de la época.
La
anarquía, por ejemplo, frustró algunos planes magistrales, elaborados por el
Libertador Simón Bolívar, inclusive una terrible injusticia de sus
contemporáneos le condenó al ostracismo y si no demolió su obra verdaderamente
genial, fue porque causas diversas influyeron para salvarla. Con pleno
conocimiento de hechos tan infaustos, el Doctor Francia se negó, por
circunstancias meramente coyunturales, a poner en peligro la Libertad e independencia
de su patria. He aquí una expresión de su política básicamente realista, ajena
a teorizaciones utópicas, muy al uso, en la época de la emancipación americana.
A la anarquía, contrapuso el orden; y a las aventuras románticas, el juicio
implacable de mantener a ultranza, también el principio de Rousseau, de hacer
valer la soberanía nacional y popular, por encima de cualquier otra
consideración reñida con la realidad. El propio Bolívar, ya hacia el final de
su vida pletórica del más puro heroísmo, tuvo duras expresiones verbales y
escritas, para condenar la anarquía. Este es un punto de coincidencia entre
ambos próceres.
Si
se hubiese operado alguna acción militar española, para someter al Paraguay al
extinguido colonialismo, el Doctor Francia habría luchado con fiereza similar a
la de Bolívar, para rechazar al invasor extra continental. Del mismo modo que
Bolívar organizó su ejército y dio sólido impulso a la educación popular, el
Doctor Francia, venciendo la precariedad de medios, forjó una estructura
castrense y educativa, acorde con los valores de la república democrática,
puntos de coincidencia también entre el gran paraguayo y el noble venezolano.
El porteño Belgrano recibió una lección inolvidable, que frenó durante mucho
tiempo la temeraria ambición de Buenos Aires. Y las escuelas creadas en todo el
país por el Doctor Francia, perduraron incólumes, hasta la guerra que nos trajo
la triple alianza. Solo faltó la oportunidad, como la entrevista de Guayaquil,
por ejemplo, para que ambos intransigentes americanos llegaran a un positivo
entendimiento. De eso, no nos cabe la menor duda, porque ellos conjugaban los
mismos valores, a nivel hemisférico.
Por
consiguiente, bolivarianos y francistas representan dos términos de una misma
relación. La apasionada defensa de la autodeterminación de los pueblos, el
aborrecimiento al colonialismo y una común filosofía republicana y democrática,
con su variedad de aplicación, de matices diferentes pero coincidentes en el
fondo, que unen por la eternidad al Doctor Francia y a Bolívar. A la luz de
esta interpretación hay valores similares en ellos, a saber, su identificación
con las causas de la independencia americana más comprensiva, las coincidencias
prevalecen sobre las discrepancias. Y desde esta óptica debemos visualizar los
rasgos de ambos ilustres varones, aplicando el aforismo de que lo accesorio
cede a lo principal.
Finalmente,
la más profunda de las coincidencias entre el Doctor Francia y Simón Bolívar,
las hallamos en las mismas fuentes de su formación filosófica y en la
sistematización de sus respectivas praxis revolucionarias.
El prócer
paraguayo admiraba a Galileo Galilei y a Renato Descartes y estudiaba con
fruición las obras de Maquiavelo, Spinoza, Hobbes, Vanini, Voltaire, Rousseau y
Montesquieu. Siendo estudiante en la Universidad de Córdoba, tanto José Gaspar de
Francia como su compañero rioplatense Antonio de Ezquerrenea, eran sindicados
como “muy adictos a doctrinas nuevas. Dios los libre que les caigan en las
manos algunos libros de los Países Bajos o el Norte, y también los de algunos
libertinos franceses”.[2]
Además, era evidente la influencia en la juventud americana de aquel tiempo, del pensamiento
filosófico del siglo XVIII, “El Espíritu de las Leyes” de Mostesquieu y el
“Contrato Social” de Rousseau, conformaron la ideología del futuro Doctor
Francia, convicciones reforzadas con lecturas de Voltaire, Diderot, D´Alembert,
Volney y otros célebres iluministas.
Pero
es en la célebre Nota del 20 de julio de 1811, dirigida por la Junta Superior
Gubernativa del Paraguay, cuya autoría corresponde al Doctor Francia, a la Junta de Buenos Aires, donde
apareció con entera fuerza y vigor la ideología de Rousseau:
“El hombre nace
libre pero la inclinación a la felicidad le lleva mediante la concertación de
un pacto a formar sociedades. Si cediendo su natural independencia crea jefes y
magistrados y se somete a ellos es por su propia voluntad, ya que la autoridad
radica permanentemente en el pueblo. Los derechos naturales del hombre son
imprescriptibles, la fuerza puede sofocarlos, pero jamás extinguirlos.
Reasumiendo (los pueblos de América) sus derechos primitivos se hallan todos en
igualdad de condiciones y corresponde a todos velar por su propia
conservación...
El
Paraguay... debe establecer su nuevo régimen y forma de gobierno y fijar sus relaciones con Buenos Aires y demás
provincias adheridas”. [3]
Como puede
apreciarse, el discurso del Doctor Francia y el del Libertador Simón Bolívar,
más que similares, son idénticos. La única diferencia radica en que la
nombradía mundial del segundo, influye para que muchos, poco informados o
totalmente desinformados, soslayen al Doctor Francia. Queda suficientemente
demostrada así, la fraternidad doctrinaria entre estos dos eminentes
americanos, que enunciaron cada uno en su estilo y circunstancia, los ideales
de la Independencia
de América.
BOLÍVAR Y SUCRE
Antonio
José de Sucre nació en Cumaná (Venezuela) en 1793 y halló la muerte en la
montaña de Berruecos, provincia de Pasto, Ecuador, el 4 de julio de 1830,
habiendo figurado ya en 1810 en las filas revolucionarias del Precursor,
General Miranda. Con el grado de Teniente Coronel al mando de Nariño y luego de
la entrada de Bolívar en Caracas (7 de agosto de 1813), se unió a él. Combatió
con brillo en la campaña independentista americana, desde sus inicios, hasta el
triunfo decisivo de Ayacucho (6 de agosto de 1824) que aseguró para siempre en América la
libertad frente a todo tipo de colonialismo. Todo el ejército español, con el
Virrey La Serna
y los mariscales hispanos Canterac, Valdés, Carratalá, Monet y Villalobos, más
63 tenientes coroneles, 484 mayores y demás oficiales y 3.000 soldados,
quedaron rendidos frente a la hazaña de Sucre. Proclamado Libertador del Alto
Perú, sucedió a Bolívar.
Herido en el
brazo, tras un motín producido en Chuquisaca, renunció el 4 de mayo de 1828 a todos sus altos
puestos y regresó a su patria. Verdadero ejemplo de idealismo y desinterés
americanista.
Sus últimas
palabras pronunciadas al alejarse de la República de Bolivia, puntualizaban lo siguiente:
“
Aún pediré otro premio a la nación entera y a sus administradores. El de no
destruir la obra de mi creación; de conservar por encima de todos los peligros
la independencia de Bolivia, y de preferir todas las desgracias y la muerte
misma de sus hijos, antes que perder la soberanía de la República, que
proclamaron los pueblos y obtuvieron en recompensa de sus generosos sacrificios
en la revolución”. [4]
En Bogotá,
Sucre fue invitado a Quito, para recibir la presidencia de la República del Ecuador,
reclamo de los patriotas ecuatorianos, que querían honrar así al héroe de
Ayacucho, pero en Pasto fue asesinado por enemigos políticos, santificando su
vida con el martirio. Pero su gloria inmortal consistió en haber abatido el poder
español en la batalla de Ayacucho, que como ya se ha indicado, selló la
independencia americana. Por eso Sucre figura legítimamente y con honor, en la
galería de los próceres de América.
A propósito de la
cruzada independentista, ciertos historiadores de mala fe, imputan falsamente
al Paraguay el hecho supuesto de su ausencia en la guerra de emancipación
americana. Esto es, pues, una ocasión propicia, para poner las cosas en su
lugar. Un paraguayo de actuación sobresaliente en aquella epopeya, fue el Coronel
José Félix Bogado, cuyo decreto de ascenso a dicho grado, dice así:
“REPÚBLICA
PERUANA. Simón Bolívar. Presidente de la República de Colombia, Libertador del Perú y
Encargado del Supremo mando de ella, atendiendo a los méritos y servicios de D.
José Félix Bogado, teniente coronel de Caballería, he venido a ascenderle a
Coronel efectivo de la misma arma. Por tanto, ordeno y mando que le hagan y
reconozcan por tal, guardándosele y haciéndosele guardar todas las distinciones
y preeminencias que por este título le corresponde.
Para
lo que le hice expedir el presente decreto, firmado por mí, sellado con el
sello provisional de la
República y refrendado por el Ministro General, del que se
tomará razón donde corresponda.
Dado
en el Cuartel General Libertador de Arequipa, el 9 de julio de 1825, 6° de la Independencia y 4°
de la República. FDO:
SIMÓN BOLÍVAR, José G. Pérez”.
Por su parte, la prensa norteña, al arribar a
Buenos Aires el Coronel José Félix Bogado, lo saludó con estos elevados
conceptos:
“Tenemos
el honor de haber recibido los restos del Ejército de los Andes, conducidos
desde el Perú por el Coronel de Granaderos a Caballo, D. José Félix Bogado.
Cerca
de nueve años han pasado desde que estos valientes marcharon a libertar a
Chile. En este largo período se pueden contar los días de gloria que han dado a
la patria, por las veces que se han batido con nuestros enemigos.
Nuestra
gratitud será siempre demostrada a estos viejos soldados de la Libertad, con las más
tiernas efusiones de nuestros corazones. Eternamente llenaremos de bendiciones a los héroes de
Chacabuco y Maipú; sí, a esos que han conducido al triunfo hasta Quito y que
han sabido derramar su sangre por la libertad de la patria en Junín y Ayacucho.
Nosotros, al verles, siempre diremos con admiración: He aquí a los que sellaron
con su sangre y sus espadas la libertad de la patria y sus nombres irán de
padres a hijos, de generación en generación”. [5]
Este guerrero
paraguayo nació en la jurisdicción de Villa Rica en fecha imprecisa y falleció
en 1830. Asimismo, hay datos de tres jefes militares paraguayos que
pertenecieron al Ejército Libertador, ellos fueron los coroneles Patricio
Maciel, Ramón Díaz y José María Rivera.
También se distinguieron en aquellas jornadas los capitanes paraguayos Vicente
Suárez y Patricio Oviedo. También el sargento Mariño se distinguió en
Chacabuco. Finalmente, hay documentos que prueban la reclusión de numerosos
soldados paraguayos en los calabozos de los españoles de “EL CALLAO”. Estos héroes llevaron la representación de
nuestra patria en la cruzada redentora, contra el colonialismo hispano. El
Paraguay, en consecuencia, no estuvo ausente. Tuvo tan sólo que defender sus fronteras,
amenazadas por enemigos abiertos y encubiertos. Queda así explicado el tema.
La consigna dictada por
el Doctor Francia a los Funcionarios civiles y militares de su gobierno, era la
siguiente: “ JAMÁS SE DEBE CREER A LOS EUROPEOS, NI FIARSE DE ELLOS, DE
CUALQUIER NACIÓN QUE SEAN”. ¿Cuál era el fundamento de esta orden suprema?
El gobernante
paraguayo sabía perfectamente que las potencias europeas en general, y las
vinculadas con la denominada “Santa Alianza” en particular, elaboraban planes
de todo orden, incluyendo “La reconquista” de América, en beneficio del
colonialismo siempre presente en el Viejo Mundo. Como adelantados de la
eventual “reconquista”, venían cotizados sabios que, so pretexto de estudiar la
flora la fauna y los aspectos geográficos del suelo americano, eran en realidad
“espías” de aquellos gobiernos interesados
en volver a apropiarse del Nuevo Continente. En este contexto, el señor
Bonpland, francés al servicio de los intereses de su patria, cayó en las redes
de la maquinaria paraguaya de seguridad. No se trataba de un caso aislado,
pues, simultáneamente, otros connotados europeos se infiltraron en distintos
países de América, como por ejemplo, Platt en Venezuela, Chasseriau en
Colombia, el teniente Samoel en México y
Chertillón y Lasabe en Panamá. Al Río de la Plata fueron designados como naturalistas
Bonpland, Grandsir y el oficial de Cazadores a caballo Pedro Saguier. Semejante
turba, necesariamente debía llamar la atención al Doctor Francia. Pero Bonpland
abusando de su posición, resolvió instalarse en Santa Ana, donde organizó un
proyecto colonizador, cuya zona estaba en disputa entre el Paraguay y el
gobierno de la Argentina.
Numerosas
gestiones que vamos a detallar, se desarrollaron para conseguir el regreso de
Bonpland, arrestado por disposición del Supremo. A la sazón se comentaba que el
Libertador Bolívar y su lugarteniente el mariscal Sucre, inclusive alentaron el
proyecto de invadir el Paraguay, para
rescatar al naturalista francés. Parece ser que circunstancias
imprevistas impidieron que Bolívar y Sucre consumaran aquel despropósito. Ahora
daremos detalles del problema.
EL DOCTOR FRANCIA Y AIME
BONPLAND
Bonpland
comenzó sus trabajos, juntamente con Humboldt, en Venezuela, donde se hizo muy
amigo de Bolívar, antes de regresar a Europa para rendir sus informes. Por
amistosa insistencia del Libertador, Bonpland hizo un segundo viaje a nuestro
continente, desembarcando en Buenos Aires el 1° de febrero de 1817, de allí se
dirige a Entre Ríos, donde entra en acuerdos con el caudillo provincial coronel
Francisco Ramírez, enemigo declarado del Doctor Francia, contra quien intentó
efectuar trabajos conspiratorios. Lógicamente, el gobernante paraguayo entró en
sospechas sobre las andanzas del francés. De Entre Ríos, pasó a Corrientes,
terminando por instalarse en las Misiones, en marzo de 1821, justamente cuando
el Doctor Francia había abortado la gran conspiración del año anterior. E
incurre en la ligereza de elaborar yerba mate, en las puertas de Itapúa. En forma irreflexiva, Bonpland
creaba una base, que podría ser utilizada para invadir el Paraguay. El Doctor
Francia debió haber montado en cólera.
Tanto fue así,
que el historiador Chávez[6]
escribe: “El dictador Francia se entera de la formación de la colonia (por
Bonpland) y se indigna. Ha establecido en territorio paraguayo, sin
autorización de ningún género, la mentada colonia. Dicho establecimiento, en
las puertas de Itapúa, servía admirablemente como base para una invasión.
Bonpland está ligado con sus enemigos, con Francisco Ramírez o con el caudillo antigüista Nicolás Aripi,
que tiene muchas cuentas que saldar con la República. No. No
puede permitir la instalación de esa base en territorio nacional... Ordena el
Doctor Francia la destrucción de la
colonia.
Tropas
paraguayas cruzan el Paraná en la noche del 8 de diciembre de 1821... “ para
desbaratar aquella intrusa horda de indios vagos, ladrones y alborotadores, en
cuya derrota cayó prisionero entre otros, su embajador Bonpland... Bonpland
levemente herido en la cabeza es hecho prisionero... y por ahora quedan en los
pueblos de Sta. Rosa o Sta. María, hasta nueva orden”. Bonpland quedará
internado diez años en el Paraguay, en una propiedad cedida por el Supremo
donde podrá dedicarse a tareas rurales y a vivir dignamente.
Gobernantes y
personajes de todo el mundo, piden la libertad de Bonpland, entre ellos, la
emperatriz Josefina (consorte de Napoleón), el emperador Pedro I del Brasil, el
vizconde de Chateaubriand, el gobierno inglés, Bolívar y Sucre. El delegado de
Gobierno de Itapúa expone las causales, que determinan la demora de Bonpland.
Los peticionantes siguen ideas contrarias a los principios republicanos; el
duque de Angulema acaba de ofrecer sus servicios para subyugar al frente de un
ejército, a las repúblicas americanas; se ignora los resultados del Congreso de
la Santa Alianza,
reunido en Verona; se conoce el espionaje realizado en México, por Schmaltz y
De la Motta;
Saguier y Bonpland han tenido una conducta irregular en el Paraguay; y el
Supremo denuncia a la escuadra de guerra de la marina francesa, fondeada en Río
de Janeiro, que alienta planes contra la independencia de las repúblicas
americanas. El Doctor Francia demuestra estar muy bien informado de las
intrigas y maniobras de las cortes imperiales y reales de Europa. Como
negociador, se presenta en Itapúa Juan Esteban Ricardo de Grandsir, con
credenciales del Instituto de Francia, el 17 de agosto de 1824, quien queda
arrestado e incomunicado en un cuarto del Colegio de aquella localidad. El
Supremo hace preguntar a Grandsir, si no tiene pliegos de su gobierno, para él.
Como no los tiene, sentencia que Grandsir es “un vulgar charlatán, sin
autorización de su Gobierno para entablar una
negociación seria”. El 13 de setiembre, Grandsir es expulsado del
Paraguay.
Este emisario
se pone de inmediato en contacto con el Ministro de Relaciones del Gobierno
Francés, barón de Damas, y sugiere que lo que el Doctor Francia busca,
reteniendo a Bonpland es aproximarse diplomáticamente a las potencias europeas.
El Canciller rechaza la tácita propuesta de Grandsir, porque el Rey no quiere
saber nada de reconocer a las repúblicas americanas y porque además, el
Paraguay es un país desconocido. La típica arrogancia de las monarquías
contribuye a prolongar el confinamiento de Bonpland, que entre otras ventajas,
se estaba haciendo rico en el país, gracias a varios emprendimientos
económicos, entre ellos, una fábrica de Licores de alto rendimiento. El ya
citado Chávez comenta lo que sigue:
“Cuenta
el deán Funes en una comunicación a Bolívar, que el Cónsul británico concibió
el laudable propósito de escribir al Gobierno Paraguayo, para interesarse en
Bonpland. El Cónsul Parish sufrió un desaire, pues la carta le fue devuelta,
cerrada y sin respuesta”.[7]
Simón Bolívar
tenía en gran estima a Bonpland; tanto es así que reflexionó sobre las
posibilidades de atacar al Paraguay, para obtener “manu militari” la liberación
del naturalista francés, al carecer de una respuesta satisfactoria del Doctor
Francia, en el servicio indicado, Sucre participó en la discusión sobre tan
espinoso problema, El deán Funes, tenido por agente de Bolívar en Buenos Aires,
en carta al vicepresidente de Colombia, Francisco de Paula Santander, le
planteaba esta opción:
“La
provincia del Paraguay está ocupada por un tal Francia, que la tiene
perfectamente cerrada catorce años ha. No pertenece a nadie ni tiene gobierno,
sino un tirano que es un enemigo virtual de todo el mundo, porque con nadie
trata y a todos persigue; el que allí entra, jamás sale. Así es que al pobre
Bonpland, compañero de Humboldt, lo tiene preso.
El
Paraguay está más cerca de Charcas que de Buenos Aires, y, por lo tanto es más
fácil conquistarlo con las tropas del Alto Perú, que con las de Buenos Aires”.
La “solución
militar” no fue aceptada por Bolívar. En cambio Sucre, a la sazón Presidente de
Bolivia, envió a través del Chaco, al teniente Luis Ruiz, pidiendo la libertad
de Bonpland. Ruíz era ayudante del gobernador de Santa Cruz, general José
Miguel de Velasco. Contribuyó decisivamente a favor de esta gestión
diplomática, la presencia de la esposa del demorado en Santa Rosa de las
Misiones, madame Adelina de Bonpland, dama que cultivó a fondo amistad con
Sucre, logrando su propósito. Por sentirse objeto de un trato insultante, el
Supremo ordenó a la autoridad de fuerte Olimpo, la inmediata expulsión del
teniente Ruiz y comitiva. Probablemente al enterarse de semejante desaire,
Sucre volvió a considerar la “solución militar”, la cual, postergada por causas
fortuitas, no se materializó nunca. Y esto último, felizmente para Sucre, ya
que semejante invasión hubiera terminado en un tremendo fracaso. El pueblo
paraguayo no iba aceptar jamás dicho ultraje a su soberanía. Y mucho menos su
gobernante, el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia.
De acuerdo a
la documentación existente, el señor Bonpland en Santa María de las Misiones,
donde tuvo que afincarse durante largos años, llevaba una existencia
privilegiada. En materia de agricultura, cultivaba algodón, caña de azúcar,
yerba mate, patatas, vid, guayaba, naranjas y citrus varios.
Se convirtió
también en ganadero, en posesión de abundante ganado vacuno y caballar.
Implementó una planta industrial alcoholera, con producción anexa de licores,
jarabes y dulces. Dispuso también de un taller de carpintería, herrería y
cerrajería, con cincuenta trabajadores a sus órdenes. Semanalmente viajaba a
Itapúa para colocar a muy buen precio
sus productos, utilizando al efecto un local alquilado como depósito para sus
mercancías. Regenteaba un hospital, ejerciendo la profesión de médico y la de
farmacéutico.
En pocas palabras, era un hombre acaudalado,
muy por encima del nivel medio de la población. Incluso se insinuaba que no le
faltaban amores y amoríos. Tiempo después, muchos hacían gala de su paternidad.
Poco a poco, cesaron las presiones exteriores, para obtener su libertad.
Entonces, el
Doctor Francia, por su propia voluntad y sin someterse a exigencia alguna,
adoptó medidas concretas, para que Bonpland asuma su porvenir, con entera
libertad. Al efecto, escribió al Delegado de Misiones:
“Hace
tiempo que tengo detenido en el Departamento de Misiones a un francés llamado
Bonpland, q´ cayó prisionero en la persecución de los indios de la otra banda.
Considero q´ con la detención en que se le ha tenido, habrá quedado
escarmentado del procedimiento insultante y menospreciativo, con q´ se condujo
acompañado del Indio caudillo de bandidos Nicolás Aripi, cuando vino a
apoderarse de territorios y yerbales que nos pertenecen a los paraguayos...
Como además he sabido que es casado, he tenido a bien permitirle se vaya del
Paraguay... En esta inteligencia, no pongas embarazo alguno a su pasaje con sus
trastes...”.[8]
Pocos días
después, el Supremo reiteraba la orden y daba instrucciones respecto del modo
como debía ser tratado Bonpland:
“No
quiero ni conviene que deje cosa alguna en el Paraguay, para que no tenga
pretexto de ir a fingir a su País de que se le ha hecho retirar sin llevar
todos sus efectos y que tampoco tenga motivo de volver de espía, él, o algún
otro de los suyos, por razón de lo que ha dejado, porque son gente de mala fe
que andan con segundas intenciones y sólo vienen a engañar como intentó
anteriormente su compañero Grandsir, que por introducirse a hablar con él y
reconocer todo el Paraguay, vino con disparatados embustes y ficciones; ya
sabiendo quien era, lo hice luego despedir y expulsar del Pueblo”.[9]
Pero
tan bien y contento se hallaba Bonpland, que se quedó un año y medio más en
Itapúa, liquidando sus cuantiosos bienes. Recién el 8 de febrero de 1831 cruzó
el caudaloso río Paraná. A la hora de la despedida, Bonpland y Ortellado, el
Delegado Paraguayo que lo custodió durante mucho tiempo, “se abrazaron y lloraron juntos, cuando llegó
la hora de la separación”.[10] Y
curiosamente, el Supremo tampoco lo olvidó, como se demuestra en este pliego:
“Preguntar
a Rego si Bonpland está siempre en San Borja y si su botica está bien provista
de todo, para poder encargarle algún remedio”.[11]
Tal
fue el final del “terrible cautiverio” de Bonpland en tierra paraguaya,
curiosamente, al internarse en territorio argentino, fue asaltado y robado en
gran escala. Añorando los buenos días felices pasados en nuestra patria, se
cuenta que Bonpland exclamó: “Se ve que no estamos en el Paraguay”. Nunca
olvidó las atenciones que recibió de parte del Doctor Francia y la hospitalidad
sincera del pueblo paraguayo. Y pensar que estuvo cerca de organizarse una
invasión militar en toda la regla, “ para liberarle de las mazmorras del
Dictador”. Hubiera sido magnífico que Bolívar y Sucre tuvieran pleno
conocimiento de la verdad. Cuantos errores genera la desinformación.
BOLÍVAR SUGIERE A FRANCIA EL
ABANDONO DE SU AISLAMIENTO
Nos
cuenta Roberto A. Romero[12] que
poco después de Ayacucho, el Libertador Simón Bolívar escribió al Dr. Francia
invitándole para que pusiera termino al sistema de aislamiento, proponiéndole
que uno y otro gobierno acreditase sus agentes diplomáticos respectivos para
afianzar esa relación en unión con los demás Estados Americanos.
Francia
contestó ese Oficio de Bolívar en los términos siguientes:
PATRICIO: los
portugueses, porteños, ingleses, chilenos, brasileros y peruanos han
manifestado a este gobierno iguales deseos a los de Colombia, sin otro
resultado que la confirmación del principio sobre que gira el feliz régimen que
ha liberado de la rapiña, y de otros males a esta provincia y que seguirá
constante, hasta que se restituya al Nuevo Mundo la tranquilidad que disfrutaba
antes que en él apareciesen apóstoles revolucionarios, cubriendo con el ramo de
olivo el pérfido puñal para regar con sangre la libertad que los ambiciosos
pregonan; pero el Paraguay los conoce, y en cuanto pueda no abandonará su
sistema, al menos en cuanto yo me halle enfrente de su gobierno, aunque sea
preciso empuñar la espada de la justicia para hacer respetar tan santos fines:
y si Colombia me ayudare, ella me daría un día de placer, y repartiría con el
mayor agrado mis esfuerzos entre sus buenos hijos, cuya vida deseo que Dios
nuestro Señor guarde muchos años. Asunción 23 de agosto de 1825. JOSE GASPAR
FRANCIA.” A.J.C.[13]
CONCLUSIONES GENERALES
Si bien el
propósito esencial de este trabajo no es el de establecer un estudio
comparativo entre Simón Bolívar y el Doctor Francia, hay ciertos hechos que
deberían ser puntualizados, a los efectos de una mejor comprensión del tema.
Con toda la información elaborada anteriormente es más fácil ubicarse en el
tiempo en que Bolívar plantea su proyecto de integración y entender las causas
que lo llevaron al fracaso, que dicho sea de paso, subsisten hasta hoy, ya que
es evidente que en América Latina la integración todavía no es un hecho. Aunque
no por eso hay que descartar los numerosos intentos, como el del libertador, y
de otros grandes de la historia, que citaremos a continuación.
A modo de
reflexión podemos empezar distinguiendo el proceso de integración en la América del Norte y en la América Latina; que
fueron totalmente opuestos ya que en la primera, la integración fue espontánea
conformándose así una sola unidad política y económica que se llamó Estados
Unidos, lo cual fue un factor fundamental en su progreso integral.
En la segunda,
el proceso fue todo lo contrario. Al independizarse las colonias hispanas se
fragmentaron en más de veinte pedazos, convirtiéndose en estados separados no
pocas veces rivales. Lo cual fue un hecho contraproducente, ya que nos sumió al
subdesarrollo en que hasta hoy vivimos. Sin embargo existieron estadistas y
visionarios que plantearon dicha unión y embarcaron su heroico trajinar a tal
efecto.
En este caso
es Bolívar quien en 1824 había convocado a un Congreso de Estados Americanos en
Panamá con el objetivo de resolver la unidad de las naciones hispanoamericanas.
En la famosa Carta de Jamaica se encuentran las bases de dicho proyecto, en
donde sostiene que “es una idea grandiosa pretender formar en todo el Nuevo
Mundo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con
el todo. Ya que tienen un origen, una lengua, unas costumbres y una religión,
deberían tener por consiguiente un solo gobierno que confederase los diversos
estados que hayan de formarse”.
No hay duda de
la excelencia de los resultados y la proyección de dicho proyecto, pero la
realidad era otra y no aceptaba tal conveniente suceso. De esta manera, como
dice el Prof. Horacio Lebrón, el proyecto más genial y visionario de Bolívar
resultó su más completo fracaso político.
Tampoco hay
que olvidar a José Gervasio Artigas con su proyecto federativo que incluía a
las provincias de Paraguay, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Uruguay y Río
Grande do Sul. Lo cual demostraba una clara idea de la doctrina de equilibrio del
Río de la Plata,
doctrina esta que más tarde fue defendida a ultranza por los López. En fin, su
plan no resultó. Artigas traicionado y caído en desgracia fue asilado en la
pacifica Republica del Paraguay en donde falleció.
Podemos citar
también a Juan Domingo Perón y su idea de conformar una América Latina
integrada con Argentina, Brasil y Chile a la cabeza. Sus intenciones eran
brillantes pero el plan tampoco resultó.
Entre otros
intentos, que tampoco resultaron están la ALALC[14]
integrada por Argentina, Brasil, Méjico, Paraguay, Perú y Uruguay, y luego se
adhirieron Colombia, Chile y Ecuador.
La ALADI[15]
creada por el tratado de Montevideo de 1980, pero nuevamente la inclusión y
regulación de los aspectos legales habían quedado omitidos y postergados. Y hoy
tenemos al MERCOSUR[16], que
poco o nada beneficia al Paraguay.
Con esta breve
revisión no podemos más que entresacar que los procesos de integración han
fallado. Y que el camino que el Paraguay de Francia eligió fue el mejor en su
momento por que hasta Bolívar le da la razón cuando escribe en la carta de
Jamaica “que los climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos y
caracteres desemejantes dividen a la América. ¡Pero que bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo
que el de Corintio para los griegos!...”
Lo que decía el libertador es una constante histórica que hasta hoy y
por mucho tiempo más será un factor negativo determinante en la proyección
hacia una América unida. Mientras las situaciones adversas, intereses
contrarios y la falta de voluntad de los pueblos perduren, la integración será
un proyecto y nada más.
El Paraguay
mediante su política, que a algunos no agradaba, logro ubicarse como una de las
naciones más progresistas de América a comienzos del 1860, hecho que fue
destruido por la
Triple Alianza. Paraguay en un comienzo no abrazó la idea
confederativa por el clima caótico de las nuevas naciones, sin embargo lo
deseaba, pero basándose en la igualdad de los estados. Lo cual era imposible
para las intenciones hegemónicas de Brasil y Buenos Aires, como también para la
anarquía reinante en las demás provincias.
Entonces hay que entender
que el Paraguay tenia tanto enemigos materiales (el imperio de Brasil, Buenos
Aires y España) como también un enemigo circunstancial que era el caos, el
desorden y la anarquía imperante a su alrededor. Tal es así que tuvo la
invasión de Belgrano, la amenaza de Artigas, luego de Ramírez quien traicionaba
al prócer oriental, de Bolívar, Sucre y Santander por Bonpland entre otros.
¿Cómo podía integrarse entonces una débil y precaria Republica a este concierto
desastroso? ¿Acaso le hubiera ido mejor si integraba estas luchas fratricidas?
Vuelvo a
repetir; el Dr. Francia, reflejo de la voluntad colectiva del pueblo paraguayo,
encaminó la nación por rumbos seguros y pacíficos, por ideales de justicia y
fraternidad sacrificados luego por dignidad en Cerro Corá.
Y en cuanto a
los héroes, Bolívar, Sucre, San Martín, y el Dr. Francia, para no extendernos
en enumeraciones interminables, fueron seres humanos. Y como tales, pasibles de
aciertos y errores. Si bien los aciertos honran a sus protagonistas, los
errores no descalifican a nadie, porque sólo Dios es perfecto. Tal es la
verdadera dimensión de la condición humana. ¿Cuál debe ser nuestra postura?
Celebrar los aciertos e intentar explicarnos los errores. Es lo que corresponde
a personas que aspiran a ser cultas y civilizadas. Que nuestros próceres
integren, pues, la constelación de quienes forjaron la historia y sean
respetados por la pasión, equivocada o no, que pusieron en el logro del bien
común.
Autor:
Leandro José Prieto Ruíz.-
[1] JOHNSON, PAUL. “El
Nacimiento del Mundo Moderno”
[2] Apuntes del Rector de la Universidad de
Córdoba, Pedro Guittian, en el “Libro privado en que se apunta el ingreso y
salida de los Colegiales”, citado por Enrique Martínez Paz en su obra “La vida
en el Colegio Real de Nuestra Señora de Montserrat, Reglas y Constituciones”).
[3] Resumen del texto de la nota
del 20 de julio de 1811, redactada de puño y letra por el vocal Doctor Francia. Archivo Nacional
de Asunción.
[4] Archivo histórico de
Bolivia.
[5] “La Gaceta Mercantil”
de Buenos Aires, del 17 de enero de 1826.
[6] Chávez, Julio César. “El
supremo Dictador”.
[7] J.C. Chávez, ob.cit.
[8] Francia al Delegado de
Misiones, 10 de mayo de 1829
[9]
Francia al mismo
funcionario anterior, el 20 de mayo de 1829.
[10] Brunel, “Biografía de
Bonpland”
[11] Francia al Delegado de
Itapúa, 13 de marzo de 1839.
[12] Romero, Roberto A. El Dr. José Gaspar
Rodríguez de Francia. Ideólogo de la Independencia del Paraguay.
[13] REVISTA DEL PARAGUAY- Año 2-
Buenos Aires, Marzo de 1892. Nº 3
[14] Asociación Latino
Americana de Libre Comercio
[15] Asociación
Latinoamericana de Integración
[16] Mercado Común del Sur