martes, 9 de abril de 2013

El Doctor Francia, algunos ilustres contemporáneos y la integración



El Doctor Francia, algunos ilustres contemporáneos y la integración


Hubo en la historia un momento en que toda la América española, por lo menos toda Sudamérica, pareció conmoverse y vivir en comunidad de visión y de sentido, y fue cuando se dieron la mano Bolívar y San Martín, en vísperas de Ayacucho” Unamuno



RASGOS BIOGRÁFICOS DE SIMÓN BOLÍVAR

La  ciudad  de Caracas tiene el honor de haber sido la cuna del Libertador Simón Bolívar, nacido el 21 de Julio de 1788, hijo de Juan Vicente Bolívar y Ponte y de María de la Concepción Palacios y Sojo, ambos de ilustre estirpe y elevada alcurnia. Para ubicar la época que le tocó vivir, es procedente señalar que Bolívar era una generación más joven que la de Napoleón  Bonaparte, el  duque de Wellington y Andrés Jackson presidente de los  Estados Unidos. Y eran sus contemporáneos Peel, Van Buren, Schubert, Bayron, Faraday, Shelley  y Lamennais. Fallecidos prematuramente sus padres, fue criado por la esclava Hipólita, como si fuera su verdadera madre.

Bolívar viajó a Europa en 1799 con don Simón Carreño, su tutor, quien le introdujo en la lectura de Voltaire, Rousseau, Helvecio, Hume, Spinoza y Hobbes. De este último, asimiló la idea de llevar una vida intensamente dinámica y en movimiento perpetuo. De paso, conoció México y Cuba, pasando a los Estados Unidos, desde donde cruzó el Atlántico. Le cupo en suerte lo de asistir a la coronación, en París, del emperador Napoleón. En Madrid contrajo matrimonio con una sobrina del marques del Toro, algo mayor que él, que lo dejó viudo dos años después, apenas cumplidos los 20 años de edad. Y nunca intentó volver a casarse, aconsejando la soltería a sus amigos. Ya por entonces era visto por Lord Byron como un héroe romántico.

Nombrado en su patria capitán de las milicias de los Valles de Aragua, éste fue el punto de partida de su rutilante vida militar, signada por una actividad febril. A la sazón, era Capitán General de Venezuela don Vicente de Emparán partidario de la elevación de José Bonaparte al trono de España, en perjuicio de la tradicional Casa de Borbón, postura que indignó a Bolívar, quien encabezó la revolución que estalló en Caracas el 19 de Abril de 1810. La flamante Junta Suprema le confirió el grado de Coronel y le encomendó la misión diplomática a Londres, para conseguir que Gran Bretaña no interviniera en los asuntos políticos de América Meridional. Tal fue su primer éxito en el ámbito internacional.

A su regreso a Caracas, concentró todas sus energías a la organización de los ejércitos  patriotas. Gracias a su notoria influencia, se suscribió el Acta de Independencia de Venezuela, en fecha 5 de Julio de 1811, enarbolando los principios filosóficos que  precedieron  a la Revolución Francesa. Perseguido a muerte por las tropas españolas, se refugió en Cartagena;  y en 1812, a orillas del río Magdalena, libró su primera batalla contra los peninsulares. Triunfante Bolívar en Cúcuta, los Taguanes y Araura, se reveló como el  prohombre llamado a liberar a América del yugo hispano. Un destino prematuramente adverso le deparó jornadas de infortunio en Cura, Urica y La Puerta, por causa de las cuales, Venezuela perdió su independencia.

Refugiado Bolívar en Nueva Granada, la mala suerte impidió que prestara sus servicios al Congreso General. Al producirse el asedio del general Morillo a la plaza de Cartagena, no tuvo otra alternativa que exiliarse en la isla de Jamaica, donde fue objeto de un atentado criminal que por poco pone fin a su existencia, viéndose obligado a viajar a los Cayos con trescientos hombres, renovando en Margarita la que sería su epopeya, que significó el final de la Revolución de Venezuela. Dirigió los combates, desde las montañas de Caracas, hasta la ribera del río Apure, y desde allí a los llanos de Casanaro, a las bocas del Orinoco.

A lo largo de aquella gesta, sus indómitos soldados se foguearon al máximo, venciendo en las batallas de Guayanas, Calabozo, El Sombrero y San Fernando, si bien sufriendo contrastes en la Puerta, Hogaza y Cumaná. En aquel lapso histórico, Nueva Granada conocía la terrible opresión de los “godos”. Llegó así uno de los momentos estelares de Bolívar, cuando superando a Anibal, atravesó enormes montañas, venciendo en Gameza, Vargas y Donza, prolegómenos del inmortal combate de Boyacá, que dio la Libertad a la actual Colombia. El Congreso de Angostura, compuesto por venezolanos y colombianos, proclamó la República Unida, el 17 de diciembre de 1817. Bolívar recibió el título de Padre de la Patria. Dirigióse entonces a los llanos de Carabobo, en donde postrado ante la soberanía nacional, juró solemnemente cumplir la Constitución de la República.

Acicateado por el dolor del pueblo ecuatoriano, y en la batalla de Bombona, incluye a Quito en el seno de la República; cruzó las montañas del Perú, venciendo a la naturaleza que obstruía su paso, con la barrera de los Andes, para liberar también a los hermanos peruanos. La por siempre feliz batalla de Ayacucho le abrió el camino de La Paz, capital de la actual República de Bolivia, que tomando este nombre, honró al Libertador, en agosto de 1820. Bolívar escaló el cerro de Potosí, en cuya cúspide izó las banderas de Colombia, Argentina, Chile  y Bolivia, ocasión memorable en que pronunció estas palabras:

“ La Gloria de haber conducido triunfantes los estandartes de la Libertad, hasta estas frías regiones, es superior a los inmensos tesoros que se hallan a nuestros pies”

Comprendiendo cabalmente la heterogeneidad de aquellos pueblos y sus particulares características, propuso Bolívar al Congreso de Angostura un proyecto de Constitución, dimitiendo a todos sus cargos. Pero la anarquía desatada entre las jóvenes Repúblicas, vino a  perturbar  su definitiva estructuración institucional.

Herido por la calumnia, que le atribuía el propósito de convertirse en dictador - algo que no pasó por su mente republicana y democrática - el Prócer entró en un período de agonía espiritual, que ensombreció sus años postreros. Gravemente enfermo, partió a Santa Marta, donde le sorprendió la muerte el 17 de diciembre de 1830, cuando aún mucho podía hacer, a favor de un venturoso desarrollo de América.


PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE BOLÍVAR
     
Si bien es cierto que en el pensamiento filosófico de Bolívar hay claras huellas de todos los que forjaron el clima espiritual que eclosionó en la Revolución Francesa de 1789, supera entre todos ellos, la concepción de Juan Jacobo Rousseau, con su teoría del Contrato Social y su condición de factor influyente en la doctrina republicana y democrática, que triunfó en la emancipación de las repúblicas latinoamericanas. Este pensador proclamó el principio de la soberanía nacional y popular, como base natural de la sociedad, dando a los derechos del hombre (hoy, derechos humanos) como emanación necesaria de nuestra propia naturaleza, obligándonos a que aceptemos la imposición suprema de nuestros deberes, considerados como la carga natural de nuestros derechos. Mediante Rousseau, por primera vez la humanidad vio que la política no es una serie de arbitrarios convencionalismos, sino el consorcio ineludible de la ciencia, formada por el conocimiento de la verdad, por la posesión de la moral y por el sentimiento profundo de la virtud. En este sentido, la obra de Rousseau fue decisiva en el surgimiento de un mundo nuevo.

            En Venezuela, asevera Paul Johnson[1], la retórica de la Revolución Francesa y el constitucionalismo de los norteamericanos, en acción conjunta, determinaron que el Congreso General del 1° de Julio de 1811, aprobase una “ Declaración de los Derechos del Pueblo”, que declaraba la soberanía popular como imprescriptible, inalienable e indivisible;  la libertad, la propiedad, la seguridad, la igualdad ante la ley, el carácter temporal de los cargos públicos y también la felicidad como meta de la sociedad. En este escenario apareció entonces un hombre, que estaba en perfectas condiciones de imponer dicha Declaración: Simón Bolívar tuvo el coraje y la iniciativa necesaria para atravesar los Andes con un ejército. Podía citar a Voltaire y usaba el lenguaje del idealismo político. En Londres conoció a personalidades como William Wilberforce y al educador Thomas Lancaster. Aprendió a utilizar la prensa y a influenciar a la opinión pública. Siempre sabía utilizar la idea del progreso.

            Tanto Bolívar como San Martín apreciaban que era necesario jugar la carta constitucionalista y democrática, para conquistar la opinión internacional. Bolívar adoptó actitudes respetuosas hacia las constituciones de Estados Unidos y Gran Bretaña, e incorporó fragmentos de las mismas en distintos planos. “Sin moral republicana – decía – no puede haber gobierno libre”. El primer caso oficial en el sentido de considerar que la independencia de las ex colonias era un hecho consumado, fue el 8 de marzo de 1822, cuando el presidente James Monroe envió al Congreso de los Estados  Unidos un mensaje, que proponía reconocer a las nuevas repúblicas. Poco después Castlereagh, primer ministro británico, aceptó las banderas de los nuevos países, a los fines comerciales.

A fines de diciembre de 1824, luego de la batalla de Ayacucho, el primer ministro Canning reconoció a Colombia, con lo cual desencadenó un proceso irreversible de aceptación de las nuevas repúblicas americanas, en el concierto mundial. El Congreso de Panamá, convocado por el Libertador, sentó los basamentos de los ideales bolivarianos.

            Con el transcurso del tiempo, todas las repúblicas latinoamericanas se fueron dando a sí mismas instituciones democráticas, al punto tal, que América ha sido llamada el continente de la Libertad. Así pues, desde el punto de vista histórico y político, los principios enunciados por Voltaire, Rousseau y los Enciclopedistas, y después por Emmanuel  Kant con su doctrina del Estado de Derecho, entraron a formar parte definitiva de nuestro hemisferio, gracias a las victorias alcanzadas por los conductores de los ejércitos de la independencia americana, entre las cuales, la hazaña imperecedera de Simón Bolívar se destaca con nítidos perfiles. Espiritualmente, el Libertador preside los destinos de las repúblicas latinoamericanas. El sistema republicano y democrático ha calado muy hondamente en la mente y en el corazón de los pueblos que integran la comunidad hemisférica, hasta llegar a ser teórica y prácticamente irreversible.


DOCTOR FRANCIA, DEFENSOR IRREDUCTIBLE DE NUESTRA INDEPENDENCIA.

            Cada República americana tiene bien definidos sus rasgos propios. En el caso del Paraguay, nuestra República debió enfrentar, de un lado, el confeso deseo de Buenos Aires, en el sentido de reconstruir el Virreinato del Río de la Plata, y por el lado del Brasil, una tendencia imperialista, orientada a absorber al pueblo paraguayo.

Frente a ambas potencias hegemónicas, en 1811 se alzó la voluntad independentista irreductible del Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia. Ajustándose a aquella realidad, el Prócer no vaciló en instaurar una dictadura inspirada en el modelo de los antiguos romanos, cuyo origen popular le confería legalidad y legitimidad. Calificados Congresos Generales le otorgaron al Doctor Francia el título de Dictador de la República del Paraguay, con el cual ha pasado a la historia, en medio del unánime consenso nacional y popular, vigente en el pasado y consagrado en el presente, como defensor intransigente de la soberanía paraguaya. Para hacer realidad el cumplimiento de su mandato, el Doctor Francia tuvo que apelar, en ciertos casos, a medidas extremas. Éstas no pueden ser sometidas a un cuestionamiento crítico, con acuerdo a los cánones contemporáneos, sino que deben ser encuadrados en el marco histórico de la reciente República del Paraguay. Y entonces, el Doctor Francia alcanza su completa justificación en el contexto americano de la época.

            La anarquía, por ejemplo, frustró algunos planes magistrales, elaborados por el Libertador Simón Bolívar, inclusive una terrible injusticia de sus contemporáneos le condenó al ostracismo y si no demolió su obra verdaderamente genial, fue porque causas diversas influyeron para salvarla. Con pleno conocimiento de hechos tan infaustos, el Doctor Francia se negó, por circunstancias meramente coyunturales, a poner en peligro la Libertad e independencia de su patria. He aquí una expresión de su política básicamente realista, ajena a teorizaciones utópicas, muy al uso, en la época de la emancipación americana. A la anarquía, contrapuso el orden; y a las aventuras románticas, el juicio implacable de mantener a ultranza, también el principio de Rousseau, de hacer valer la soberanía nacional y popular, por encima de cualquier otra consideración reñida con la realidad. El propio Bolívar, ya hacia el final de su vida pletórica del más puro heroísmo, tuvo duras expresiones verbales y escritas, para condenar la anarquía. Este es un punto de coincidencia entre ambos próceres.

            Si se hubiese operado alguna acción militar española, para someter al Paraguay al extinguido colonialismo, el Doctor Francia habría luchado con fiereza similar a la de Bolívar, para rechazar al invasor extra continental. Del mismo modo que Bolívar organizó su ejército y dio sólido impulso a la educación popular, el Doctor Francia, venciendo la precariedad de medios, forjó una estructura castrense y educativa, acorde con los valores de la república democrática, puntos de coincidencia también entre el gran paraguayo y el noble venezolano. El porteño Belgrano recibió una lección inolvidable, que frenó durante mucho tiempo la temeraria ambición de Buenos Aires. Y las escuelas creadas en todo el país por el Doctor Francia, perduraron incólumes, hasta la guerra que nos trajo la triple alianza. Solo faltó la oportunidad, como la entrevista de Guayaquil, por ejemplo, para que ambos intransigentes americanos llegaran a un positivo entendimiento. De eso, no nos cabe la menor duda, porque ellos conjugaban los mismos valores, a nivel hemisférico.

Por consiguiente, bolivarianos y francistas representan dos términos de una misma relación. La apasionada defensa de la autodeterminación de los pueblos, el aborrecimiento al colonialismo y una común filosofía republicana y democrática, con su variedad de aplicación, de matices diferentes pero coincidentes en el fondo, que unen por la eternidad al Doctor Francia y a Bolívar. A la luz de esta interpretación hay valores similares en ellos, a saber, su identificación con las causas de la independencia americana más comprensiva, las coincidencias prevalecen sobre las discrepancias. Y desde esta óptica debemos visualizar los rasgos de ambos ilustres varones, aplicando el aforismo de que lo accesorio cede a lo principal.   

            Finalmente, la más profunda de las coincidencias entre el Doctor Francia y Simón Bolívar, las hallamos en las mismas fuentes de su formación filosófica y en la sistematización de sus respectivas praxis revolucionarias.

El prócer paraguayo admiraba a Galileo Galilei y a Renato Descartes y estudiaba con fruición las obras de Maquiavelo, Spinoza, Hobbes, Vanini, Voltaire, Rousseau y Montesquieu. Siendo estudiante en la Universidad de Córdoba, tanto José Gaspar de Francia como su compañero rioplatense Antonio de Ezquerrenea, eran sindicados como “muy adictos a doctrinas nuevas. Dios los libre que les caigan en las manos algunos libros de los Países Bajos o el Norte, y también los de algunos libertinos franceses”.[2] Además, era evidente la influencia en la juventud  americana de aquel tiempo, del pensamiento filosófico del siglo XVIII, “El Espíritu de las Leyes” de Mostesquieu y el “Contrato Social” de Rousseau, conformaron la ideología del futuro Doctor Francia, convicciones reforzadas con lecturas de Voltaire, Diderot, D´Alembert, Volney y otros célebres iluministas.

            Pero es en la célebre Nota del 20 de julio de 1811, dirigida por la Junta Superior Gubernativa del Paraguay, cuya autoría corresponde al Doctor Francia, a la Junta de Buenos Aires, donde apareció con entera fuerza y vigor la ideología de Rousseau:

“El hombre nace libre pero la inclinación a la felicidad le lleva mediante la concertación de un pacto a formar sociedades. Si cediendo su natural independencia crea jefes y magistrados y se somete a ellos es por su propia voluntad, ya que la autoridad radica permanentemente en el pueblo. Los derechos naturales del hombre son imprescriptibles, la fuerza puede sofocarlos, pero jamás extinguirlos. Reasumiendo (los pueblos de América) sus derechos primitivos se hallan todos en igualdad de condiciones y corresponde a todos velar por su propia conservación...

El Paraguay... debe establecer su nuevo régimen y forma de gobierno y fijar  sus relaciones con Buenos Aires y demás provincias adheridas”. [3]

Como puede apreciarse, el discurso del Doctor Francia y el del Libertador Simón Bolívar, más que similares, son idénticos. La única diferencia radica en que la nombradía mundial del segundo, influye para que muchos, poco informados o totalmente desinformados, soslayen al Doctor Francia. Queda suficientemente demostrada así, la fraternidad doctrinaria entre estos dos eminentes americanos, que enunciaron cada uno en su estilo y circunstancia, los ideales de la Independencia de América.


BOLÍVAR Y SUCRE

            Antonio José de Sucre nació en Cumaná (Venezuela) en 1793 y halló la muerte en la montaña de Berruecos, provincia de Pasto, Ecuador, el 4 de julio de 1830, habiendo figurado ya en 1810 en las filas revolucionarias del Precursor, General Miranda. Con el grado de Teniente Coronel al mando de Nariño y luego de la entrada de Bolívar en Caracas (7 de agosto de 1813), se unió a él. Combatió con brillo en la campaña independentista americana, desde sus inicios, hasta el triunfo decisivo de Ayacucho (6 de agosto de 1824)  que aseguró para siempre en América la libertad frente a todo tipo de colonialismo. Todo el ejército español, con el Virrey La Serna y los mariscales hispanos Canterac, Valdés, Carratalá, Monet y Villalobos, más 63 tenientes coroneles, 484 mayores y demás oficiales y 3.000 soldados, quedaron rendidos frente a la hazaña de Sucre. Proclamado Libertador del Alto Perú, sucedió a Bolívar.

Herido en el brazo, tras un motín producido en Chuquisaca, renunció el 4 de mayo de 1828 a todos sus altos puestos y regresó a su patria. Verdadero ejemplo de idealismo y desinterés americanista.

Sus últimas palabras pronunciadas al alejarse de la República de Bolivia, puntualizaban  lo siguiente:

“ Aún pediré otro premio a la nación entera y a sus administradores. El de no destruir la obra de mi creación; de conservar por encima de todos los peligros la independencia de Bolivia, y de preferir todas las desgracias y la muerte misma de sus hijos, antes que perder la soberanía de la República, que proclamaron los pueblos y obtuvieron en recompensa de sus generosos sacrificios en la revolución”. [4]

En Bogotá, Sucre fue invitado a Quito, para recibir la presidencia de la República del Ecuador, reclamo de los patriotas ecuatorianos, que querían honrar así al héroe de Ayacucho, pero en Pasto fue asesinado por enemigos políticos, santificando su vida con el martirio. Pero su gloria inmortal consistió en haber abatido el poder español en la batalla de Ayacucho, que como ya se ha indicado, selló la independencia americana. Por eso Sucre figura legítimamente y con honor, en la galería de los próceres de América.

            A propósito de la cruzada independentista, ciertos historiadores de mala fe, imputan falsamente al Paraguay el hecho supuesto de su ausencia en la guerra de emancipación americana. Esto es, pues, una ocasión propicia, para poner las cosas en su lugar. Un paraguayo de actuación sobresaliente en aquella epopeya, fue el Coronel José Félix Bogado, cuyo decreto de ascenso a dicho grado, dice así:

“REPÚBLICA PERUANA. Simón Bolívar. Presidente de la República de Colombia, Libertador del Perú y Encargado del Supremo mando de ella, atendiendo a los méritos y servicios de D. José Félix Bogado, teniente coronel de Caballería, he venido a ascenderle a Coronel efectivo de la misma arma. Por tanto, ordeno y mando que le hagan y reconozcan por tal, guardándosele y haciéndosele guardar todas las distinciones y preeminencias que por este título le corresponde.
Para lo que le hice expedir el presente decreto, firmado por mí, sellado con el sello provisional de la República y refrendado por el Ministro General, del que se tomará razón donde corresponda.
Dado en el Cuartel General Libertador de Arequipa, el 9 de julio de 1825, 6° de la Independencia y 4° de la República. FDO: SIMÓN BOLÍVAR, José G. Pérez”.

Por su parte, la prensa norteña, al arribar a Buenos Aires el Coronel José Félix Bogado, lo saludó con estos elevados conceptos:

“Tenemos el honor de haber recibido los restos del Ejército de los Andes, conducidos desde el Perú por el Coronel de Granaderos a Caballo, D. José Félix Bogado.

Cerca de nueve años han pasado desde que estos valientes marcharon a libertar a Chile. En este largo período se pueden contar los días de gloria que han dado a la patria, por las veces que se han batido con nuestros enemigos.

Nuestra gratitud será siempre demostrada a estos viejos soldados de la Libertad, con las más tiernas efusiones de nuestros corazones. Eternamente  llenaremos de bendiciones a los héroes de Chacabuco y Maipú; sí, a esos que han conducido al triunfo hasta Quito y que han sabido derramar su sangre por la libertad de la patria en Junín y Ayacucho. Nosotros, al verles, siempre diremos con admiración: He aquí a los que sellaron con su sangre y sus espadas la libertad de la patria y sus nombres irán de padres a hijos, de generación en generación”. [5]

Este guerrero paraguayo nació en la jurisdicción de Villa Rica en fecha imprecisa y falleció en 1830. Asimismo, hay datos de tres jefes militares paraguayos que pertenecieron al Ejército Libertador, ellos fueron los coroneles Patricio Maciel, Ramón Díaz  y José María Rivera. También se distinguieron en aquellas jornadas los capitanes paraguayos Vicente Suárez y Patricio Oviedo. También el sargento Mariño se distinguió en Chacabuco. Finalmente, hay documentos que prueban la reclusión de numerosos soldados paraguayos en los calabozos de los españoles de “EL CALLAO”.  Estos héroes llevaron la representación de nuestra patria en la cruzada redentora, contra el colonialismo hispano. El Paraguay, en consecuencia, no estuvo ausente. Tuvo  tan sólo que defender sus fronteras, amenazadas por enemigos abiertos y encubiertos. Queda así explicado el tema.

La consigna dictada por el Doctor Francia a los Funcionarios civiles y militares de su gobierno, era la siguiente: “ JAMÁS SE DEBE CREER A LOS EUROPEOS, NI FIARSE DE ELLOS, DE CUALQUIER NACIÓN QUE SEAN”. ¿Cuál era el fundamento de esta orden suprema?

El gobernante paraguayo sabía perfectamente que las potencias europeas en general, y las vinculadas con la denominada “Santa Alianza” en particular, elaboraban planes de todo orden, incluyendo “La reconquista” de América, en beneficio del colonialismo siempre presente en el Viejo Mundo. Como adelantados de la eventual “reconquista”, venían cotizados sabios que, so pretexto de estudiar la flora la fauna y los aspectos geográficos del suelo americano, eran en realidad “espías” de aquellos gobiernos interesados  en volver a apropiarse del Nuevo Continente. En este contexto, el señor Bonpland, francés al servicio de los intereses de su patria, cayó en las redes de la maquinaria paraguaya de seguridad. No se trataba de un caso aislado, pues, simultáneamente, otros connotados europeos se infiltraron en distintos países de América, como por ejemplo, Platt en Venezuela, Chasseriau en Colombia, el teniente Samoel  en México y Chertillón y Lasabe en Panamá. Al Río de la Plata fueron designados como naturalistas Bonpland, Grandsir y el oficial de Cazadores a caballo Pedro Saguier. Semejante turba, necesariamente debía llamar la atención al Doctor Francia. Pero Bonpland abusando de su posición, resolvió instalarse en Santa Ana, donde organizó un proyecto colonizador, cuya zona estaba en disputa entre el Paraguay y el gobierno de la Argentina.

Numerosas gestiones que vamos a detallar, se desarrollaron para conseguir el regreso de Bonpland, arrestado por disposición del Supremo. A la sazón se comentaba que el Libertador Bolívar y su lugarteniente el mariscal Sucre, inclusive alentaron el proyecto de invadir el Paraguay, para  rescatar al naturalista francés. Parece ser que circunstancias imprevistas impidieron que Bolívar y Sucre consumaran aquel despropósito. Ahora daremos detalles del problema.



                                                                                                             
EL DOCTOR FRANCIA Y AIME BONPLAND

Bonpland comenzó sus trabajos, juntamente con Humboldt, en Venezuela, donde se hizo muy amigo de Bolívar, antes de regresar a Europa para rendir sus informes. Por amistosa insistencia del Libertador, Bonpland hizo un segundo viaje a nuestro continente, desembarcando en Buenos Aires el 1° de febrero de 1817, de allí se dirige a Entre Ríos, donde entra en acuerdos con el caudillo provincial coronel Francisco Ramírez, enemigo declarado del Doctor Francia, contra quien intentó efectuar trabajos conspiratorios. Lógicamente, el gobernante paraguayo entró en sospechas sobre las andanzas del francés. De Entre Ríos, pasó a Corrientes, terminando por instalarse en las Misiones, en marzo de 1821, justamente cuando el Doctor Francia había abortado la gran conspiración del año anterior. E incurre en la ligereza de elaborar yerba mate, en las puertas  de Itapúa. En forma irreflexiva, Bonpland creaba una base, que podría ser utilizada para invadir el Paraguay. El Doctor Francia debió haber montado en cólera.

Tanto fue así, que el historiador Chávez[6] escribe: “El dictador Francia se entera de la formación de la colonia (por Bonpland) y se indigna. Ha establecido en territorio paraguayo, sin autorización de ningún género, la mentada colonia. Dicho establecimiento, en las puertas de Itapúa, servía admirablemente como base para una invasión. Bonpland está ligado con sus enemigos, con Francisco Ramírez  o con el caudillo antigüista Nicolás Aripi, que tiene muchas cuentas que saldar con la República. No. No puede permitir la instalación de esa base en territorio nacional... Ordena el Doctor Francia  la destrucción de la colonia.

Tropas paraguayas cruzan el Paraná en la noche del 8 de diciembre de 1821... “ para desbaratar aquella intrusa horda de indios vagos, ladrones y alborotadores, en cuya derrota cayó prisionero entre otros, su embajador Bonpland... Bonpland levemente herido en la cabeza es hecho prisionero... y por ahora quedan en los pueblos de Sta. Rosa o Sta. María, hasta nueva orden”. Bonpland quedará internado diez años en el Paraguay, en una propiedad cedida por el Supremo donde podrá dedicarse a tareas rurales y a vivir dignamente.

Gobernantes y personajes de todo el mundo, piden la libertad de Bonpland, entre ellos, la emperatriz Josefina (consorte de Napoleón), el emperador Pedro I del Brasil, el vizconde de Chateaubriand, el gobierno inglés, Bolívar y Sucre. El delegado de Gobierno de Itapúa expone las causales, que determinan la demora de Bonpland. Los peticionantes siguen ideas contrarias a los principios republicanos; el duque de Angulema acaba de ofrecer sus servicios para subyugar al frente de un ejército, a las repúblicas americanas; se ignora los resultados del Congreso de la Santa Alianza, reunido en Verona; se conoce el espionaje realizado en México, por Schmaltz y De la Motta; Saguier y Bonpland han tenido una conducta irregular en el Paraguay; y el Supremo denuncia a la escuadra de guerra de la marina francesa, fondeada en Río de Janeiro, que alienta planes contra la independencia de las repúblicas americanas. El Doctor Francia demuestra estar muy bien informado de las intrigas y maniobras de las cortes imperiales y reales de Europa. Como negociador, se presenta en Itapúa Juan Esteban Ricardo de Grandsir, con credenciales del Instituto de Francia, el 17 de agosto de 1824, quien queda arrestado e incomunicado en un cuarto del Colegio de aquella localidad. El Supremo hace preguntar a Grandsir, si no tiene pliegos de su gobierno, para él. Como no los tiene, sentencia que Grandsir es “un vulgar charlatán, sin autorización de su Gobierno para entablar una  negociación seria”. El 13 de setiembre, Grandsir es expulsado del Paraguay.

Este emisario se pone de inmediato en contacto con el Ministro de Relaciones del Gobierno Francés, barón de Damas, y sugiere que lo que el Doctor Francia busca, reteniendo a Bonpland es aproximarse diplomáticamente a las potencias europeas. El Canciller rechaza la tácita propuesta de Grandsir, porque el Rey no quiere saber nada de reconocer a las repúblicas americanas y porque además, el Paraguay es un país desconocido. La típica arrogancia de las monarquías contribuye a prolongar el confinamiento de Bonpland, que entre otras ventajas, se estaba haciendo rico en el país, gracias a varios emprendimientos económicos, entre ellos, una fábrica de Licores de alto rendimiento. El ya citado Chávez comenta lo que sigue:

“Cuenta el deán Funes en una comunicación a Bolívar, que el Cónsul británico concibió el laudable propósito de escribir al Gobierno Paraguayo, para interesarse en Bonpland. El Cónsul Parish sufrió un desaire, pues la carta le fue devuelta, cerrada y sin respuesta”.[7] 

Simón Bolívar tenía en gran estima a Bonpland; tanto es así que reflexionó sobre las posibilidades de atacar al Paraguay, para obtener “manu militari” la liberación del naturalista francés, al carecer de una respuesta satisfactoria del Doctor Francia, en el servicio indicado, Sucre participó en la discusión sobre tan espinoso problema, El deán Funes, tenido por agente de Bolívar en Buenos Aires, en carta al vicepresidente de Colombia, Francisco de Paula Santander, le planteaba esta opción:

“La provincia del Paraguay está ocupada por un tal Francia, que la tiene perfectamente cerrada catorce años ha. No pertenece a nadie ni tiene gobierno, sino un tirano que es un enemigo virtual de todo el mundo, porque con nadie trata y a todos persigue; el que allí entra, jamás sale. Así es que al pobre Bonpland, compañero de Humboldt, lo tiene preso.
El Paraguay está más cerca de Charcas que de Buenos Aires, y, por lo tanto es más fácil conquistarlo con las tropas del Alto Perú, que con las de Buenos Aires”.

La “solución militar” no fue aceptada por Bolívar. En cambio Sucre, a la sazón Presidente de Bolivia, envió a través del Chaco, al teniente Luis Ruiz, pidiendo la libertad de Bonpland. Ruíz era ayudante del gobernador de Santa Cruz, general José Miguel de Velasco. Contribuyó decisivamente a favor de esta gestión diplomática, la presencia de la esposa del demorado en Santa Rosa de las Misiones, madame Adelina de Bonpland, dama que cultivó a fondo amistad con Sucre, logrando su propósito. Por sentirse objeto de un trato insultante, el Supremo ordenó a la autoridad de fuerte Olimpo, la inmediata expulsión del teniente Ruiz y comitiva. Probablemente al enterarse de semejante desaire, Sucre volvió a considerar la “solución militar”, la cual, postergada por causas fortuitas, no se materializó nunca. Y esto último, felizmente para Sucre, ya que semejante invasión hubiera terminado en un tremendo fracaso. El pueblo paraguayo no iba aceptar jamás dicho ultraje a su soberanía. Y mucho menos su gobernante, el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia.

De acuerdo a la documentación existente, el señor Bonpland en Santa María de las Misiones, donde tuvo que afincarse durante largos años, llevaba una existencia privilegiada. En materia de agricultura, cultivaba algodón, caña de azúcar, yerba mate, patatas, vid, guayaba, naranjas y citrus varios.

Se convirtió también en ganadero, en posesión de abundante ganado vacuno y caballar. Implementó una planta industrial alcoholera, con producción anexa de licores, jarabes y dulces. Dispuso también de un taller de carpintería, herrería y cerrajería, con cincuenta trabajadores a sus órdenes. Semanalmente viajaba a Itapúa  para colocar a muy buen precio sus productos, utilizando al efecto un local alquilado como depósito para sus mercancías. Regenteaba un hospital, ejerciendo la profesión de médico y la de farmacéutico.

 En pocas palabras, era un hombre acaudalado, muy por encima del nivel medio de la población. Incluso se insinuaba que no le faltaban amores y amoríos. Tiempo después, muchos hacían gala de su paternidad. Poco a poco, cesaron las presiones exteriores, para obtener su libertad.

Entonces, el Doctor Francia, por su propia voluntad y sin someterse a exigencia alguna, adoptó medidas concretas, para que Bonpland asuma su porvenir, con entera libertad. Al efecto, escribió al Delegado de Misiones: 

“Hace tiempo que tengo detenido en el Departamento de Misiones a un francés llamado Bonpland, q´ cayó prisionero en la persecución de los indios de la otra banda. Considero q´ con la detención en que se le ha tenido, habrá quedado escarmentado del procedimiento insultante y menospreciativo, con q´ se condujo acompañado del Indio caudillo de bandidos Nicolás Aripi, cuando vino a apoderarse de territorios y yerbales que nos pertenecen a los paraguayos... Como además he sabido que es casado, he tenido a bien permitirle se vaya del Paraguay... En esta inteligencia, no pongas embarazo alguno a su pasaje con sus trastes...”.[8]

Pocos días después, el Supremo reiteraba la orden y daba instrucciones respecto del modo como debía ser tratado Bonpland:

“No quiero ni conviene que deje cosa alguna en el Paraguay, para que no tenga pretexto de ir a fingir a su País de que se le ha hecho retirar sin llevar todos sus efectos y que tampoco tenga motivo de volver de espía, él, o algún otro de los suyos, por razón de lo que ha dejado, porque son gente de mala fe que andan con segundas intenciones y sólo vienen a engañar como intentó anteriormente su compañero Grandsir, que por introducirse a hablar con él y reconocer todo el Paraguay, vino con disparatados embustes y ficciones; ya sabiendo quien era, lo hice luego despedir y expulsar del Pueblo”.[9]

            Pero tan bien y contento se hallaba Bonpland, que se quedó un año y medio más en Itapúa, liquidando sus cuantiosos bienes. Recién el 8 de febrero de 1831 cruzó el caudaloso río Paraná. A la hora de la despedida, Bonpland y Ortellado, el Delegado Paraguayo que lo custodió durante mucho tiempo,  “se abrazaron y lloraron juntos, cuando llegó la hora de la separación”.[10] Y curiosamente, el Supremo tampoco lo olvidó, como se demuestra en este pliego:
“Preguntar a Rego si Bonpland está siempre en San Borja y si su botica está bien provista de todo, para poder encargarle algún remedio”.[11]

            Tal fue el final del “terrible cautiverio” de Bonpland en tierra paraguaya, curiosamente, al internarse en territorio argentino, fue asaltado y robado en gran escala. Añorando los buenos días felices pasados en nuestra patria, se cuenta que Bonpland exclamó: “Se ve que no estamos en el Paraguay”. Nunca olvidó las atenciones que recibió de parte del Doctor Francia y la hospitalidad sincera del pueblo paraguayo. Y pensar que estuvo cerca de organizarse una invasión militar en toda la regla, “ para liberarle de las mazmorras del Dictador”. Hubiera sido magnífico que Bolívar y Sucre tuvieran pleno conocimiento de la verdad. Cuantos errores genera la desinformación.


BOLÍVAR SUGIERE A FRANCIA EL ABANDONO DE SU AISLAMIENTO

            Nos cuenta Roberto A. Romero[12] que poco después de Ayacucho, el Libertador Simón Bolívar escribió al Dr. Francia invitándole para que pusiera termino al sistema de aislamiento, proponiéndole que uno y otro gobierno acreditase sus agentes diplomáticos respectivos para afianzar esa relación en unión con los demás Estados Americanos.

Francia contestó ese Oficio de Bolívar en los términos siguientes:

PATRICIO: los portugueses, porteños, ingleses, chilenos, brasileros y peruanos han manifestado a este gobierno iguales deseos a los de Colombia, sin otro resultado que la confirmación del principio sobre que gira el feliz régimen que ha liberado de la rapiña, y de otros males a esta provincia y que seguirá constante, hasta que se restituya al Nuevo Mundo la tranquilidad que disfrutaba antes que en él apareciesen apóstoles revolucionarios, cubriendo con el ramo de olivo el pérfido puñal para regar con sangre la libertad que los ambiciosos pregonan; pero el Paraguay los conoce, y en cuanto pueda no abandonará su sistema, al menos en cuanto yo me halle enfrente de su gobierno, aunque sea preciso empuñar la espada de la justicia para hacer respetar tan santos fines: y si Colombia me ayudare, ella me daría un día de placer, y repartiría con el mayor agrado mis esfuerzos entre sus buenos hijos, cuya vida deseo que Dios nuestro Señor guarde muchos años. Asunción 23 de agosto de 1825. JOSE GASPAR FRANCIA.” A.J.C.[13]


CONCLUSIONES GENERALES

Si bien el propósito esencial de este trabajo no es el de establecer un estudio comparativo entre Simón Bolívar y el Doctor Francia, hay ciertos hechos que deberían ser puntualizados, a los efectos de una mejor comprensión del tema. Con toda la información elaborada anteriormente es más fácil ubicarse en el tiempo en que Bolívar plantea su proyecto de integración y entender las causas que lo llevaron al fracaso, que dicho sea de paso, subsisten hasta hoy, ya que es evidente que en América Latina la integración todavía no es un hecho. Aunque no por eso hay que descartar los numerosos intentos, como el del libertador, y de otros grandes de la historia, que citaremos a continuación.

A modo de reflexión podemos empezar distinguiendo el proceso de integración en la América del Norte y en la América Latina; que fueron totalmente opuestos ya que en la primera, la integración fue espontánea conformándose así una sola unidad política y económica que se llamó Estados Unidos, lo cual fue un factor fundamental en su progreso integral.

En la segunda, el proceso fue todo lo contrario. Al independizarse las colonias hispanas se fragmentaron en más de veinte pedazos, convirtiéndose en estados separados no pocas veces rivales. Lo cual fue un hecho contraproducente, ya que nos sumió al subdesarrollo en que hasta hoy vivimos. Sin embargo existieron estadistas y visionarios que plantearon dicha unión y embarcaron su heroico trajinar a tal efecto.

En este caso es Bolívar quien en 1824 había convocado a un Congreso de Estados Americanos en Panamá con el objetivo de resolver la unidad de las naciones hispanoamericanas. En la famosa Carta de Jamaica se encuentran las bases de dicho proyecto, en donde sostiene que “es una idea grandiosa pretender formar en todo el Nuevo Mundo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tienen un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, deberían tener por consiguiente un solo gobierno que confederase los diversos estados que hayan de formarse”.

No hay duda de la excelencia de los resultados y la proyección de dicho proyecto, pero la realidad era otra y no aceptaba tal conveniente suceso. De esta manera, como dice el Prof. Horacio Lebrón, el proyecto más genial y visionario de Bolívar resultó su más completo fracaso político.

Tampoco hay que olvidar a José Gervasio Artigas con su proyecto federativo que incluía a las provincias de Paraguay, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Uruguay y Río Grande do Sul. Lo cual demostraba una clara idea de la doctrina de equilibrio del Río de la Plata, doctrina esta que más tarde fue defendida a ultranza por los López. En fin, su plan no resultó. Artigas traicionado y caído en desgracia fue asilado en la pacifica Republica del Paraguay en donde falleció.

Podemos citar también a Juan Domingo Perón y su idea de conformar una América Latina integrada con Argentina, Brasil y Chile a la cabeza. Sus intenciones eran brillantes pero el plan tampoco resultó.

Entre otros intentos, que tampoco resultaron están la ALALC[14] integrada por Argentina, Brasil, Méjico, Paraguay, Perú y Uruguay, y luego se adhirieron Colombia, Chile y Ecuador.

La ALADI[15] creada por el tratado de Montevideo de 1980, pero nuevamente la inclusión y regulación de los aspectos legales habían quedado omitidos y postergados. Y hoy tenemos al MERCOSUR[16], que poco o nada beneficia al Paraguay.

Con esta breve revisión no podemos más que entresacar que los procesos de integración han fallado. Y que el camino que el Paraguay de Francia eligió fue el mejor en su momento por que hasta Bolívar le da la razón cuando escribe en la carta de Jamaica “que los climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos y caracteres desemejantes dividen a la América. ¡Pero que bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corintio para los griegos!...”  Lo que decía el libertador es una constante histórica que hasta hoy y por mucho tiempo más será un factor negativo determinante en la proyección hacia una América unida. Mientras las situaciones adversas, intereses contrarios y la falta de voluntad de los pueblos perduren, la integración será un proyecto y nada más.

El Paraguay mediante su política, que a algunos no agradaba, logro ubicarse como una de las naciones más progresistas de América a comienzos del 1860, hecho que fue destruido por la Triple Alianza. Paraguay en un comienzo no abrazó la idea confederativa por el clima caótico de las nuevas naciones, sin embargo lo deseaba, pero basándose en la igualdad de los estados. Lo cual era imposible para las intenciones hegemónicas de Brasil y Buenos Aires, como también para la anarquía reinante en las demás provincias.

Entonces hay que entender que el Paraguay tenia tanto enemigos materiales (el imperio de Brasil, Buenos Aires y España) como también un enemigo circunstancial que era el caos, el desorden y la anarquía imperante a su alrededor. Tal es así que tuvo la invasión de Belgrano, la amenaza de Artigas, luego de Ramírez quien traicionaba al prócer oriental, de Bolívar, Sucre y Santander por Bonpland entre otros. ¿Cómo podía integrarse entonces una débil y precaria Republica a este concierto desastroso? ¿Acaso le hubiera ido mejor si integraba estas luchas fratricidas?

Vuelvo a repetir; el Dr. Francia, reflejo de la voluntad colectiva del pueblo paraguayo, encaminó la nación por rumbos seguros y pacíficos, por ideales de justicia y fraternidad sacrificados luego por dignidad en Cerro Corá.

Y en cuanto a los héroes, Bolívar, Sucre, San Martín, y el Dr. Francia, para no extendernos en enumeraciones interminables, fueron seres humanos. Y como tales, pasibles de aciertos y errores. Si bien los aciertos honran a sus protagonistas, los errores no descalifican a nadie, porque sólo Dios es perfecto. Tal es la verdadera dimensión de la condición humana. ¿Cuál debe ser nuestra postura? Celebrar los aciertos e intentar explicarnos los errores. Es lo que corresponde a personas que aspiran a ser cultas y civilizadas. Que nuestros próceres integren, pues, la constelación de quienes forjaron la historia y sean respetados por la pasión, equivocada o no, que pusieron en el logro del bien común.


Autor: Leandro José Prieto Ruíz.-


[1] JOHNSON, PAUL. “El Nacimiento del Mundo Moderno”
[2] Apuntes del Rector de la Universidad de Córdoba, Pedro Guittian, en el “Libro privado en que se apunta el ingreso y salida de los Colegiales”, citado por Enrique Martínez Paz en su obra “La vida en el Colegio Real de Nuestra Señora de Montserrat, Reglas y Constituciones”).
[3] Resumen del texto de la nota del 20 de julio de 1811, redactada de puño y letra por el vocal Doctor Francia. Archivo Nacional de Asunción.

[4] Archivo histórico de Bolivia.
[5] “La Gaceta Mercantil” de Buenos Aires, del 17 de enero de 1826.
[6] Chávez, Julio César. “El supremo Dictador”.
[7] J.C. Chávez, ob.cit.
[8] Francia al Delegado de Misiones, 10 de mayo de 1829
[9] Francia al mismo funcionario anterior, el 20 de mayo de 1829.
[10] Brunel, “Biografía de Bonpland”
[11] Francia al Delegado de Itapúa, 13 de marzo de 1839.
[12] Romero, Roberto A. El Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Ideólogo de la Independencia del Paraguay.
[13] REVISTA DEL PARAGUAY- Año 2- Buenos Aires, Marzo de 1892. Nº 3

[14] Asociación Latino Americana de Libre Comercio
[15] Asociación Latinoamericana de Integración
[16] Mercado Común del Sur

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