sábado, 18 de agosto de 2012

BIOGRAFÍA DEL DOCTOR IGNACIO A. PANE.




BIOGRAFÍA DEL DOCTOR IGNACIO A. PANE.

            Entre los intelectuales más distinguidos que dieron brillo a la Asociación Nacional Republicana, cabe mencionar con entera justicia a Ignacio Alberto Pane, nacido en Asunción en 1880, apenas diez años después del martirologio de Cerro Corá. Se destaco desde muy joven en el famoso “Instituto Paraguayo”, donde recibió su educación primaria, con el esmero que ponían en su labor, los connotados pedagogos Doctor Pedro Bobadilla y Escribano Ezequiel Jimenez. Y el ciclo secundario lo curso en el Colegio Nacional de la Capital, juntamente con la mejor juventud de su época. Esta entidad fue un verdadero semillero de intelectuales, que honraron a la cultura nacional.

            Con el titulo de Bachiller en Ciencias y Letras, paso de inmediato a la Facultad de Derecho de la Universidad de Asunción, donde ya desde los primeros cursos, se hizo de respetable fama. Apasionado de la lectura, rebaso el marco meramente académico y acumulo vastos conocimientos e todas las ramas del saber. “Ganose así fama de erudito”, señala Carlos R. Centurión, en el Tomo I de su historia “Historia de la Cultura Paraguaya”. Se especializó en sicología, filosofía y sociología, cuando esta última aún era casi desconocida en el país.

            Convocado para ejercer la cátedra, lo hizo con autoridad y solvencia, en las disciplinas mencionadas, en el Colegio Nacional, la Escuela Normal y la Facultad de Derecho de la Ciudad Comunera, ocasión en que una multitud, entre alumnos inscriptos y otros tantos oyentes, colmaban las aulas. Su reputación fue creciendo y era considerado ya un Maestro de Juventudes. Sus compañeros y discípulos lo recordaron siempre por la profundidad de sus conceptos y el extraordinario don de enseñar, del que estaba provisto.

            Ignacio A. Pane y Juan O’leary se iniciaron juntos en el periodismo y la política, ya que ambos levantaron como bandera de lucha, el rojo pendón del General Bernardino Caballero. Sus primeras armas las hicieron ambos en el periódico “El Estudiante”, “La Semana” y “La Democracia!, punto de partida de sus más connotados logros en las lides cívicas.

            Pane descolló también en la diplomacia, desempeñando delicadas funciones en la representación nacional de Santiago de Chile, que fue el estrado desde el cual proyectó su nombre y sus ideales en el extranjero, identificándose siempre con las grandes tradiciones del Doctor Francia, de los López y del General Caballero. Este último lo distinguió siempre como uno de sus herederos de su inmaculada trayectoria. Así abrevo Pane en las mismas fuentes del nacionalismo paraguayo.

            Y no se equivoco el glorioso Centauro de Ybycui, porque el Doctor Pane fue desde su juventud, una figura emblemática del Partido Colorado, asociación política que identifico su ejecutoria con la causa del Mártir de Cerro Cora. En este sentido, siempre la coherencia de Pane fue absoluta e inconmovible. Y como tal, influyo decisivamente en los cuadros intelectuales del país, adversos al legionarismo en todas sus formas y manifestaciones.




Precisamente el elemento legionario, desde 1870 en adelante, escarneció desvergonzadamente la figura patricia del Mariscal Francisco Solano López. Para contrarrestar tan maléfica campaña, Enrique Solana Lopez, con el apoyo de Pane y O’leary, editaron el diario “La Patria”, órgano de combate de la causa nacional. Como nombre de guerra, Pane escogió el nombre de “Matías Centella” y O’leary hizo lo propio con el seudónimo de “Pompeyo González”. Alguna vez, la juventud que lleva su nombre, debemos reeditar aquellos artículos de combate, que modificaron el curso de la historia.

            Plenamente consciente Pane de la entereza de las Residentas, durante la guerra que nos trajo la inicua triple alianza, publicó un poema de gran inspiración lírica, titulada “La Mujer Paraguaya”, poniendo de resalto el sacrificio de las madres, las esposas, las hermanas y las novias, a todo lo largo de la hecatombe de 1864-1870. Publicado en 1899, aquel poema, que es un canto a la justicia y al amor, consagro al Doctor Pane como el más destacado poeta lírico y épico de su generación. ¿Cuántos de nosotros lo conocen? Muy pocos. Y eso debe ser rescatado del olvido.

            Juntamente con Solano López el joven y O’leary, Pane consagro su vida a la predica y a la practica del nacionalismo paraguayo, definiéndolo como una emoción espiritual incanjeable y un posicionamiento racional de sólida raíces históricas y sociológicas, para defender y desarrollar la genuina identidad del pueblo paraguayo. El tema era más agudo inclusive, por el afán legionario de sustraernos a nuestras glorias y entregarnos al mercantilismo porteño. Aquellos tres gladiadores frustraron para siempre, todo conato de supremacía liberal.

            A juicio del citado Carlos R. Centurión en la obra mencionada, Pane fue entre los nacionalistas “el mas convincente y hábil de aquella época apasionante de nuestra historia” “Su vocación, sus afanes de investigador, su espíritu critico, agudizado por el estudio de las ciencias abstractas, le permitieron sentar tesis definitivas”. Debemos asumir con pesar, lo poco que conocemos en torno a la bibliografía del Doctor Pane en la actualidad. Y ha llegado la hora hacer una rectificación de fondo.

            Como era de esperar, desde muy joven Pane se inscribió en el Libro Rojo del coloradismo. Su actuación no conoció altibajos. Puso talento y dignidad en la empresa de poner de resalto la significación de su partido en los anales políticos nacionales. Si bien la traición de 1904 peso como una lapida mortal sobre la cultura paraguaya, y e particular, sobre la ejecutoria cívica de la Asociación Nacional Republicana, el Doctor Pane fue uno de los mas conocidos adalides del coloradismo. Sufrió persecución, cárcel y destierros, sin declinar jamás en sus convicciones. Su vida es un ejemplo para la juventud y toda la ciudadanía.

            En medio del torbellino de las pasiones, no cejo en su labor periodística desde las columnas de “La Tarde”, denunciando los infinitos desbordes del Partido Liberal. El Doctor Centurión, pese a militar en dicho partido, le hace justicia: “Después de la revolución de 1904, Pane ha dejado paginas inolvidables, que parecen escritas a sangre y fuego”. No dejó de lado, sin embargo, su monumental obra científica, política y literaria. En el próximo articulo haremos una breve reseña de su contribución a la cultura paraguaya.



Breve reseña del aporte de Ignacio A. Pane a la cultura paraguaya.

Dejó el Doctor Pane unas importantes “Lecciones de Literatura Preceptiva”; un “Tratado de Sociología”, que durante mucho tiempo fue texto de estudio para profesionales y estudiantes; adelantándose a los actuales ensayos indigenistas, el Doctor Pane describió a “La mujer guarani”, “El indio Guarani” y “La familia paraguaya”. Con visión de porvenir, editó “Nuestra bandera en las guerras futuras”, cuyo contenido posee rauda actualidad y explica muchas cosas, aún en las sombras, que ocurrieron en el Paraguay.

            También se publicaron los títulos siguientes: “Conceptos de la filosofía”,  “Cantos extranjeros al Paraguay”, “La mujer ante la causa obrera”, “Geografía social”, “ El método y las ciencias sociales”, en los cuales desarrolla principios del socialismo humanista, a la sazón, prácticamente desconocidos en nuestro medio. En este sentido, el Doctor Pane enriqueció el bagaje intelectual del coloradismo, poniendo énfasis en lo social, en franca polémica contra el individualismo liberal. Resulta increíble todo cuanto ignoramos sobre este eminente republicano.

            En el ámbito literario, escribió “La canción de la tijeras”, “Poesías selectas” y el drama titulado “Beatriz”. Además fue el primero en escribir poesías en idioma Guarani, enriqueciendo el conocimiento de nuestra lengua matriz, tan poco conocida hoy, salvo un conjunto de palabras de uso coloquial. Amaba el idioma Guarani, el cual sabía manejar  a la perfección. Este es otro aspecto que debemos reivindicar, del rico legado del Doctor Ignacio A. Pane

            Si a todo esto, le sumamos su obra científica, principalmente filosófica y sociología, así como su paso por el Congreso Nacional, donde sostuvo grandes polémicas con el liberal Modesto Guggiari, sobre la trascendencia del marxismo, podemos darnos cuenta que el Doctor Pane es un hombre de avanzada en el pensamiento y en la acción, como muy pocos los hubo en nuestra patria. Debemos sentirnos orgullosos, por eso, de enarbolar su augusto nombre.

            A titulo de ejemplo veamos su famoso “Don Quijote abá ñee me”, como un paradigma:
                        Oico petei Levy, ñandeypyjhape,
                        Caraimi petei iporajhumiva,
                        Jhedyva ichu iva
                        Mombyry ojhupytyva iñapynguape
                        Piruramo yepe, ñorairojhape
                        Ndypori pyaguzu Jese omoiva
                        Itarovainte, jha jhapepe oiva
                        Ojheyase opaichavo jhendape
                        Vai oicorire, ape jha pepe
                        Jhapichape ojhayjhugui pucajhava
                        Jhera nomombaci ñandeapytepe
Ndiporimo ivaiva jha iñañava
Yaicorire yuasyjhuvo, yaikovepe
Peteimimi jha eicha itarovava

           


Es probable que para muchos compañeros, esta versión de Don Quijote de la Mancha en idioma Guarani, constituya una verdadera sorpresa. Por eso precisamente la insertamos en esta breve biografía del Doctor Pane, como un incentivo para una investigación a ser realizada ulteriormente, con la debida profundidad. Porque en realidad, muchos aspectos de su vida y de su obra, nos darán verdaderas sorpresas.

También su poesía titulada “El Pombero” es digna de que sea reproducida aquí.

            “¿No lo oistes? ¿No te espanta ese silbido
            Que ha salido del espeso matorral?
            No es el grillo ni la víbora
            Ni el fatídico chirrido del suinda.

            No es el viento que silbando se detiene
            Del callado cementerio en el cipres.
            Ni el arroyo en su salterio
            Cuyas notas se repiten en monótono sostén.

            No es la voz con que se queja a media noche
            Tristemente en el boscaje urutau
            Ni la débil voz doliente con que el pora nos revela
            Sus angustias cuando deja el ataúd”

Como expresión de belleza, esta breve trascripción nos da la pauta de la vena poética de alto vuelo, del Doctor Pane, admirado en los círculos literarios del país y del exterior, por la delicadeza descriptiva de su estro. Quisiéramos extendernos más, pero que eso se quede oportunamente, en manos de quienes salgan a reflotar su memoria.

El Doctor Ignacio A. Pane cerró sus ojos eternamente en Asunción, en el año 1920. Su muerte fue una verdadera pérdida para la patria, que se vió privada así de uno de sus mejores hijos. Nos queda a nosotros el recuerdo y el deber de conocerlo y darlo a conocer al estudiantado y a todos los paraguayos.

EL PENSAMIENTO DE IGNACIO A. PANE

           
            Los orígenes del pensamiento filosófico del Doctor Ignacio A. Pane, tienen su punto de partida en Aristóteles, quien además de no ser un exponente del individualismo (y como tal, adversario del sistema liberal), enseño con meridiana claridad que la sociedad tiene una personalidad distinta y superior a los miembros que la componen. Dicho de otro modo, toma posición por un socialismo humanista, que se traduce en su concepción de la “polis” griega, que expresaba la concepción organicista de la sociedad, en contra de la escuela atomista de Democrito y Epicuro. Porque en lo que respecta a la comunidad, Aristóteles sostuvo con fuerza en su obra “Política”, que la polis no es un agregado de individuos, sino una comunidad de destino.

            Por eso mismo, Aristoteles puntualiza expresamente: “Vemos que toda polis es una comunidad”. Podemos así captar la enorme diferencia conceptual y de fondo que hay entre Aristóteles y Platón. Mientras que para la ciudad platónica lo constitutivo son las leyes y las disposiciones anímicas de los sujetos, separados entre gobernantes y gobernados, para el concepto aristotélico “polis” lo decisivo es la comunidad política entre los ciudadanos y sus modos de liberación y de decisión, en condiciones de igualdad para todos. Para el, este proceso social de argumentación-deliberación, dentro de una comunidad política, es  lo que constituye específicamente la “polis” democrática, republicana y moralmente buena. En este punto se abre la corriente anti-liberal que va a subsistir exitosamente hasta el presente.

            En las raíces, republicana y democrática de Aristóteles ( por ende, antiliberal individualista) bebió sus primeras fuentes  de formación intelectual de Doctor Pane. Su opuesto fue el doctor Cecilio Báez, liberal manchesteriano, individualista y favorable al capitalismo al que para ironía de la posteridad, llamo “civilizador”. Siempre en esa línea de pensamientos, el Doctor Pane no se dejo encandilar por el iluminismo de siglo XVIII, ni mucho menos por las doctrinas  de John Locke y Adam Smith, padres de la doctrina liberal. En cambio estudio profundamente a Hegel y su concepción del Estado omnicomprensivo y a Augusto Comte. El filosofo positivista, uno de los creadores de la sociología, que el Doctor Pane convirtió en norma intelectual de su vida.

            En efecto, utilizó la dialéctica hegeliana como método de investigación científica y expuso el positivismo a la crítica de la comunidad intelectual paraguaya. Un autor identifica a Cecilio Báez y a Ignacio A. Pane, como mentores de la modernización de la Universidad Nacional y añade que el segundo es “ un positivista pleno” y que en él,” el positivismo adquiere preponderante acento sociológico, desde el equivalente de lo que la filosofía es a una ciencia en formación, y es a las ciencias sociales el equivalente de lo que la filosofía es a una de las demás ciencias”. (“Influencia del positivismo en el Paraguay”, Justo Pastor Benítez (h), Napa, colección Prisma). Como sabemos, la sociología es una ciencia que concibe la sociedad en su unidad e intenta explicarla según leyes y causas cósmicas, conforme de la evolución universal, de la cual no es sino una fase la evolución social”.
            A juicio de Pane, “lógica e históricamente, Comte tenia razón al colocar a la sociología en el lugar mas alto de las jerarquías de las ciencias, ya que las supone a todas y de todas ellas necesita”. (Ignacio A. Pane, “Apuntes de la sociología”, Editorial América, Madrid). A su vez el polígrafo J. Natalicio Gonzáles, considera a Pane uno de los referentes mas connotados de la intelectualidad paraguaya. Apreciación en la que coinciden Fulgencio R. Moreno y Manuel Domínguez.

            A juicio de un contemporáneo, nos referimos al Doctor Efraín Enríquez Gamón, puntualiza que en una época que se caracteriza por lo que podríamos llamar “la batalla de las ideas”, los planteamientos mas serios surgidos en el seno de ANR y sus expositores principales son. (1) Juan E. O’ Leary, en la reivindicación de los valores nacionales. (2) Ignacio A. Pane, en la defensa de un orden social mas justo. (3) Ricardo Brugada, defensor de los pobres y de las clases obreras. (4) Fulgencio R. Moreno y Manuel Domínguez, sobre los derechos territoriales del chaco, (5) Juan León Mallorquín, propagador de la reforma agraria. Y (6) J. Natalicio Gonzáles, tal vez el ideólogo mas incisivo y rotundo que tiene el Partido Colorado. (“Ideologías de los partidos políticos del Paraguay”, editado por el instituto paraguayo de estudios sociales y la editorial cuadernos republicanos, página 298 a 311, Efraín Enríquez Gamón.

            Este autor le hace plena justicia al doctor Pane, cuando hace su presentación como el mayor defensor de un orden social mas justo, en concordancia con los otros próceres del coloradísimo citados en la obra de referencia.  A su vez, el Doctor Prieto Yegros añade que “el acento social forma parte esencial de la ideología colorada; dicho acento es mas intenso a medida que crecen los problemas sociales”.

             Y refiriéndose al Doctor Pane, comenta que “el fuerte sentido de identidad con la lucha gremial llevo a Ignacio A. Pane a decir, en un estudio divulgado en 1916, que el Partido Nacional Republicano se había adelantado en materia social, al incorporarla a su programa, aseverando que NO PUEDE DECIRSE QUE EL PROBLEMA OBRERO FIGURE EN NUESTRA PLATAFORMA POLÍTICA COMO SIMPLE RECLAMO. NO NOS HEMOS LIMITADO A LAS PALABRAS, A LAS LINDAS PALABRAS, HEMOS LLEVADO A LA PRACTICA NUESTRAS IDEAS SOCIALISTAS”, ejemplificadas en el proyecto de la jornada laboral de 8 horas.

            Y concluye el Doctor Prieto Yegros: “Es evidente que el socialismo nacional de Pane, sin ningún parentesco marxista, implicaba la adopción de una nueva legislación social, y un mejoramiento integral de la sociedad en beneficio de los sectores mas débiles”, (“Ideología de los Partidos Políticos del Paraguay”, ya mencionado mas arriba). El Doctor Pane cerraba este mensaje  al porvenir, con este concepto. “No pretendemos suprimir de golpe y porrazo el capital, sino transformarlo, mejorarlo”. (Ignacio A. Pane, “Política y Obreros”). Es un desafío pendiente, que corresponde asumirlo a las generaciones actuales.

            Es de suma importancia aclarar que al referirse a socialismo no estamos mencionando el marxismo que hoy intentan imponernos, sino a la atención y solución de las cuestiones sociales que aquejan a los más débiles. Por otra parte es fundamental no caer en la equivocación que algunos han cometido en encasillarle a la Asociación Nacional Republicana como un partido socialista. Craso error! La A.N.R. es un partido Republicano cuyos orígenes se remontan a la Grecia antigua, a la Republica Romana, a la Revolución Independentista Norteamericana, a la Revolución Francesa y a la brillante síntesis del Gobierno del Dr. Francia que no en vano fue incluido en el Calendario Positivista de Augusto Comte, siendo él y Bolívar, los únicos latinoamericanos en ocupar dicho sitial, como nos comenta en un trabajo el Dr. Julio Cesar Frutos.

            Estas ideas son el numen del Centro Universitario Ignacio A. Pane. Ellas deben iluminar los pasos de universitarias y universitarios tanto en su vida privada como en la pública.

Leandro Prieto Ruiz



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