El Amor (Parte I y II)
Un
gran sicoanalista y filósofo humanista planteó en su momento que el amor es
como el arte, por lo que para llevar a cabo su desarrollo deberíamos
estudiarlo, conocerlo y practicarlo como si fuéramos a ejercer un arte (pintar,
escribir, cantar etc).
Es
cotidiano presenciar episodios en donde, algunas veces espontáneamente alguien
se quiebra emocionalmente, u otras veces, acude a nosotros, como amigo/a, para
descargar de sus adentros una profunda tristeza, o en situaciones desesperadas,
pedir consejos por causa de una crisis de amor.
No
es el objetivo de este artículo dar solución a aquellas situaciones pero si
tiene como fin dar una base al lector de lo que al menos en parte fue la
evolución de la palabra amor durante la historia.
Al
leer o escuchar la palabra amor todos sentimos una diversidad de emociones,
algunos la rechazan, otros se tornan indiferentes y entre los terceros podemos
citar a los que lo ansían profundamente.
Esto
va dedicado para todos aquellos, que creyendo aún en el amor, lo quieren entender
o al menos lo quieren conocer por más que sea parcialmente desde un punto de
vista teórico, ya que sería inadmisible describir en palabras ese estado
intangible, misterioso, sin limites, cuya fuerza a veces nos supera de tal
forma que hasta se le han dado connotaciones mágicas como fruto de su
inexplicable influencia sobre nosotros.
El
amor no es propiedad de académicos, sicólogos, científicos, etc ni tampoco su lugar es en una clase magistral
o una tesis doctoral. Es una res universal, que todos lo vivimos, lo sentimos,
lo sufrimos y disfrutamos. Es por eso que con humildad me atrevo a esgrimir estas ideas, que
lejos de ser solo mías, son parte de una historia y literatura universal, que
reflejan en todo momento, circunstancias o hechos que todos, cada cual en su
caso, hemos experimentado.
I
Lo
fundamental en la elaboración teórica es siempre partir de un buen diccionario.
Veamos que dice el diccionario de la Real
Academia Española al respecto; Amor:
1.
m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia
insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente
nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa,
alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
6. m. Persona amada. U. t. en pl.
con el mismo significado que en sing. Para llevarle un don a sus amores
En
estas definiciones se puede ver una cierta complicidad con el acomodamiento de
la palabra a una importante cantidad de acepciones. Pero esto es así? O mejor
dicho, esto fue siempre así?
Este
sencillo esbozo no podría si no continuar desmenuzando algunas referencias
sobre el amor de la Grecia
clásica. Aunque hay que aclarar, independientemente a la clasificación que le
dieron, al final, fue en suma conveniente explicar lo inexplicable con la
creación de Cupido, figura recurrente, que expresa lo que el común de la gente
entiende por amor o sea enamoramiento. Esta figura tierna de un niño con alas,
cual angelillo, lleva consigo una flecha y un arco, arma mortal de guerra en
aquellos tiempos, que hoy tan solo sirve para el deporte (y quien no dice que
el amor no sea un deporte en estos días), misteriosamente flechaba a sus
“victimas” para que estas queden enamoradas (atracción, amor, sexo). Pero bien
volvamos al fondo.
Para
los griegos el amor podía dividirse básicamente en:
- Eros: es lo que conocemos comúnmente como estar enamorados. El deseo, la pasión, el amor que se siente hacia otra persona para formar pareja. Tiende a lo físico y emocional. Acá es donde actúa Cupido.
- Ágape: es un tipo de amor puro, ideal y universal. A veces confundido con eros, en sentido de amor personal, pero lo cierto es que este es el amor per se que trasciende lo limitado para ser inmanente que se manifiesta en lo absoluto. Es de esencia espiritual.
- Philia: se refiere a la afinidad hacia una persona, grupo o comunidad; amigos, familia, vecinos, compatriotas, compañeros etc.
- Storge: es aquel amor natural, es decir, que la madre naturaleza nos ha inducido en concordancia con su gran sabiduría. Como el de la madre al hijo por ejemplo.
Si
bien existe una gama un tanto más amplia que la mencionada, sin contar los
arquetipos amatorios modernos, esta pequeña lista ya nos puede brindar una idea
pronta de lo que los helenos pensaban sobre el tema.
En
la Roma antigua
la cosa fue igual. Como decía Indro Montanelli, por más que los romanos
conquistaron manu militari a la
Grecia toda, ésta venció imponiendo su cultura y pensamiento.
En
la Edad Media todo fue más simple. El amor era amor a Dios.
Adoración al Supremo, y lo restante, pasó a un plano oculto pero no inactivo. Es que la naturaleza
del hombre y la mujer ha sido la misma desde tiempos inmemoriales, Ya saben a
lo que me refiero (relaciones apasionadas, sexo por placer, infidelidad, hijos
extramatrimoniales, lujuria, lascivia etc). Cupido, aunque desterrado, seguía
flechando.
De
repente tal como destello irradiante de nuevos tiempos aparecen Petrarca, Dante
Alighieri y bastante después Cervantes, por mencionar a algunos, quienes
devotos de amor por mujeres reales, pero a quienes no conocieron en el estricto
sentido de la palabra, salvo algún encuentro fortuito, las tuvieron como musas
de su inspiración y profesaron un amor ideal. Era el amor Platónico, el cual,
nos saltamos en describir de entre los griegos ya que todos sabemos al menos en
parte a que se refiere. Para mi se puede definir como el ágape, amor puro,
espiritual, con tensión hacia el eros como atracción personal física y
emocional lo cual nunca ocurrió). Era un amor ideal en el que no existían
intenciones de acercamiento físico. Esto
era en el siglo XIV.
Fin
de primera parte… la segunda se pone mucho más interesante ya que esta es la
introducción… el siguiente articulo se torna más adecuado a nuestros tiempos!
SEGUNDA PARTE
Nos habíamos quedado en el siglo XIV cuando
Petrarca, habiéndose cruzado con Laura, en un arrebato de amor platónico e
idílico la convirtió en numen de sus pensamientos y corazón, tal como Dante con
Beatriz, quien la esperaba en el paraíso, tras haber recorrido, el celebre
autor, las dimensiones de su Divina Comedia. En el caso de Cervantes, un tanto
posterior en época, figura el famoso Don Quijote, que en un estado casi de
locura, otorgó a Dulcinea el titulo de Princesa, sin nunca enterarse ésta, de
la suerte que había corrido.
Por
esos tiempos como ya mencionábamos, el amor era un ideal, era el amor al amor,
sin necesidad o deseo de tan siquiera un acercamiento.
Pero
los tiempos cambian, lo que ayer fue oculto o idílico estalló como una protesta
para cambiar culturalmente, o sea, en la forma de concebir el amor. Hablando de
unos doscientos años después aparece
Shakespeare quien vivía en un contexto un tanto similar a las épocas pasadas
cuando en general el estar enamorado se consideraba como una enfermedad que podía
ser tratada o también fenecer ante ella.
Lo
que si que Shakespeare con su obra “Romeo y Julieta” causó estragos en el
contexto del amor. Y es aquí donde el amor empieza a adquirir su forma
individual, o sea, de una persona a otra (interpersonal) y todo lo que esto
implique (besos, abrazos, caricias, sexo, pasión etc). No es que solamente esta
obra haya logrado todo eso, si no que es en el momento de su creación cuando el
fenómeno se estaba gestando. Cupido seguía jugando sus cartas.
Es
menester aclarar, que hasta aquí, el amor era propiedad exclusivamente de la
clase noble, de las clases altas, era inconcebible que gente de origen humilde
pudiera amar, en el sentido de pareja o enamoramiento, ya que, se lo
consideraba como un arte complejo al que solo podían acceder personas bien
educadas, preparadas e ilustradas.
Era
bastante complicado ingresar al círculo lúdico del amor. Primero ser de sangre
noble, segundo ser o aparentar una persona cultivada y recién ahí estaban dadas
las condiciones primarias para ingresar a este seráfico y peligroso juego,
donde, o se ganaba todo, o se perdía todo.
Tuvieron
que pasar otros dos siglos, más o menos, para que la monopolización del amor se
desmantele y llegue a todos los estratos sociales. Fue el movimiento de la Ilustración, corriente
intelectual del siglo XVII al XVIII, que propugnaba el dominio de la razón
humana y por tanto la valoración suprema del hombre, el que protagonizó la
democratización de este sentimiento, planteando que era una cualidad interna de
todas las personas sin ningún tipo de distinción.
De
esta época ya nacen ideas varias sobre el amor. Las dos más importantes e
influyentes las mencionamos a continuación.
En
primer lugar, en palabras de Christiane Zschirnt; “en el ámbito de la nobleza europea de los siglos XVI y XVII se dan por
supuestas las aventuras extra matrimoniales. Valían tanto para hombres como para
mujeres. El amor consistía esencialmente en seducir y en ser seducido, y requería
discreción, táctica y muchas habilidades retóricas. En el siglo XVII nadie se hubiera
incomodado ante la afirmación que el amor era una convención social. El amor galante fue un exquisito juego de
sociedad el que hubo expertos: los libertinos y las coquetas”. Es cierto
que todo esto se daba por sabido, mas el hecho de ser descubierto significaba
la muerte social.
Cabe aclarar que en ese momento el amor y el
matrimonio estaban lejos de ser relacionados. El amor era pasión, fuego,
intenso pero temporal, de poca duración. En cuanto al matrimonio, era una
institución vista con frío cálculo sea por motivos económicos o políticos, de
donde se buscaba generar alguna ventaja de la unión.
En
segundo lugar, ya terminando este periodo brota el sentimentalismo. Que en
palabras de la supra mencionada escritora se
define como un lugar donde: “reinan
las sensaciones! Aquí se abren los corazones, aquí uno es sensible, aquí habla
el alma! En este lugar los labios se estremecen, los nervios revolotean, las
manos tiemblan. Aquí uno suspira y languidece, existe el desaliento y la
esperanza, se fracasa y se sufre. También se llora. Todo llega al corazón.” “El
amor romántico deja al descubierto el corazón”.
Como verán Cupido seguía desperdigando sus atributos, aunque uno de ellos, un tanto nuevo, estaba emergiendo para dar un nuevo rumbo a las cosas. La durabilidad del amor y por lo tanto su compatibilidad con el matrimonio. Tal es así que hoy lo consideramos como sentimiento base del matrimonio. En lo personal me hubiera gustado que la historia termine aquí pero tal como, Werner Sombart,“consideraba la desnaturalización del amor en la sociedad como una última etapa de un proceso destructivo de evolución que no es privativo de la cultura occidental: En primer lugar, el amor perdió su individualidad con el cristianismo, que lo unificó y teocratizó: ningún amor era genuino si no provenía de Dios, si no era aprobado por la Iglesia. Le siguió un período de «emancipación de la carne», que comenzó con tímidas tentativas y que se continuó, con los trovadores, con un período de sensualidad más acentuada, de desarrollo pleno del amor libre e ingenuo. Por último, aparecieron una etapa de gran refinamiento y, como colofón, la relajación moral y la perversión.”
Si bien no coincido en los puertos que da a la evolución de nuestra palabra, este renombrado cientista social, realizó trabajos dedicados a este tema y en lo que si puedo consentir plenamente es que como colofón se vino “la relajación moral y la perversión”, que es, en la opinión de muchos, la característica principal de nuestro presente.
Concluyendo este
pequeño artículo me remito a la pregunta inicial que dio pie a este desarrollo:… Pero esto es así? O mejor
dicho, esto fue siempre así?...
Decía
Werner Sombart en su obra Lujo y Capitalismo que: “ como las olas del mar, los
distintos modos de vida se van sucediendo. La ola que ahora nos lleva no tiene
nada que ver con la que en su ascensión y decadencia queremos estudiar aquí”,
luego continua; “los desarrollos no son rectilíneos sino que conviven tendencias
opuestas. De ahi que solo en un sentido general, se puede hablar de una
evolución uniforme en la concepción y práctica del amor en nuestra edad
moderna”.
Nos habíamos quedado en el siglo XIV cuando
Petrarca, habiéndose cruzado con Laura, en un arrebato de amor platónico e
idílico la convirtió en numen de sus pensamientos y corazón, tal como Dante con
Beatriz, quien la esperaba en el paraíso, tras haber recorrido, el celebre
autor, las dimensiones de su Divina Comedia. En el caso de Cervantes, un tanto
posterior en época, figura el famoso Don Quijote, que en un estado casi de
locura, otorgó a Dulcinea el titulo de Princesa, sin nunca enterarse ésta, de
la suerte que había corrido.
Por
esos tiempos como ya mencionábamos, el amor era un ideal, era el amor al amor,
sin necesidad o deseo de tan siquiera un acercamiento.
Pero
los tiempos cambian, lo que ayer fue oculto o idílico estalló como una protesta
para cambiar culturalmente, o sea, en la forma de concebir el amor. Hablando de
unos doscientos años después aparece
Shakespeare quien vivía en un contexto un tanto similar a las épocas pasadas
cuando en general el estar enamorado se consideraba como una enfermedad que podía
ser tratada o también fenecer ante ella.
Lo
que si que Shakespeare con su obra “Romeo y Julieta” causó estragos en el
contexto del amor. Y es aquí donde el amor empieza a adquirir su forma
individual, o sea, de una persona a otra (interpersonal) y todo lo que esto
implique (besos, abrazos, caricias, sexo, pasión etc). No es que solamente esta
obra haya logrado todo eso, si no que es en el momento de su creación cuando el
fenómeno se estaba gestando. Cupido seguía jugando sus cartas.
Es
menester aclarar, que hasta aquí, el amor era propiedad exclusivamente de la
clase noble, de las clases altas, era inconcebible que gente de origen humilde
pudiera amar, en el sentido de pareja o enamoramiento, ya que, se lo
consideraba como un arte complejo al que solo podían acceder personas bien
educadas, preparadas e ilustradas.
Era
bastante complicado ingresar al círculo lúdico del amor. Primero ser de sangre
noble, segundo ser o aparentar una persona cultivada y recién ahí estaban dadas
las condiciones primarias para ingresar a este seráfico y peligroso juego,
donde, o se ganaba todo, o se perdía todo.
Tuvieron
que pasar otros dos siglos, más o menos, para que la monopolización del amor se
desmantele y llegue a todos los estratos sociales. Fue el movimiento de la Ilustración, corriente
intelectual del siglo XVII al XVIII, que propugnaba el dominio de la razón
humana y por tanto la valoración suprema del hombre, el que protagonizó la
democratización de este sentimiento, planteando que era una cualidad interna de
todas las personas sin ningún tipo de distinción.
De
esta época ya nacen ideas varias sobre el amor. Las dos más importantes e
influyentes las mencionamos a continuación.
En
primer lugar, en palabras de Christiane Zschirnt; “en el ámbito de la nobleza europea de los siglos XVI y XVII se dan por
supuestas las aventuras extramatrimoniales. Valían tanto para hombres como para
mujeres. El amor consistía esencialmente en seducir y en ser seducido, y requería
discreción, táctica y muchas habilidades retóricas. En el siglo XVII nadie se hubiera
incomodado ante la afirmación que el amor era una convención social. El amor galante fue un exquisito juego de
sociedad el que hubo expertos: los libertinos y las coquetas”. Es cierto
que todo esto se daba por sabido, mas el hecho de ser descubierto significaba
la muerte social.
Cabe aclarar que en ese momento el amor y el
matrimonio estaban lejos de ser relacionados. El amor era pasión, fuego,
intenso pero temporal, de poca duración. En cuanto al matrimonio, era una
institución vista con frío cálculo sea por motivos económicos o políticos, de
donde se buscaba generar alguna ventaja de la unión.
En
segundo lugar, ya terminando este periodo brota el sentimentalismo. Que en
palabras de la supra mencionada escritora se
define como un lugar donde: “reinan
las sensaciones! Aquí se abren los corazones, aquí uno es sensible, aquí habla
el alma! En este lugar los labios se estremecen, los nervios revolotean, las
manos tiemblan. Aquí uno suspira y languidece, existe el desaliento y la
esperanza, se fracasa y se sufre. También se llora. Todo llega al corazón.” “El
amor romántico deja al descubierto el corazón”.
Como verán Cupido seguía desperdigando sus atributos, aunque uno de ellos, un tanto nuevo, estaba emergiendo para dar un nuevo rumbo a las cosas. La durabilidad del amor y por lo tanto su compatibilidad con el matrimonio. Tal es así que hoy lo consideramos como sentimiento base del matrimonio. En lo personal me hubiera gustado que la historia termine aquí pero tal como, Werner Sombart,“consideraba la desnaturalización del amor en la sociedad como una última etapa de un proceso destructivo de evolución que no es privativo de la cultura occidental: En primer lugar, el amor perdió su individualidad con el cristianismo, que lo unificó y teocratizó: ningún amor era genuino si no provenía de Dios, si no era aprobado por la Iglesia. Le siguió un período de «emancipación de la carne», que comenzó con tímidas tentativas y que se continuó, con los trovadores, con un período de sensualidad más acentuada, de desarrollo pleno del amor libre e ingenuo. Por último, aparecieron una etapa de gran refinamiento y, como colofón, la relajación moral y la perversión.”
Si bien no coincido en los puertos que da a la evolución de nuestra palabra, este renombrado cientista social realizó trabajos también dedicados a este tema y en lo que si puedo consentir plenamente es que como colofón se vino “la relajación moral y la perversión”, que es, la opinión de muchos, la característica principal de nuestro presente.
Concluyendo este
pequeño artículo me remito a la pregunta inicial que dio pie a este desarrollo:… Pero esto es así? O mejor
dicho, esto fue siempre así?...
Decía
Werner Sombart en su obra Lujo y Capitalismo que: “ como las olas del mar, los
distintos modos de vida se van sucediendo. La ola que ahora nos lleva no tiene
nada que ver con la que en su ascensión y decadencia queremos estudiar aquí”,
luego continua; “los desarrollos no son rectilíneos sino que conviven tendencias
opuestas. De ahi que solo en un sentido general, se puede hablar de una
evolución uniforme en la concepción y práctica del amor en nuestra edad
moderna”.
Quiten
ustedes sus propias conclusiones, aunque independientemente a ello, luego hay
que reflexionar sobre a que tipo de amor correspondemos. Hacer esto seria como
un mecanismo de prevención a las jugadas del travieso y siempre presente
Cupido.
A modo de actualizar este artículo
y debido A que en el momento de su confección
el autor no conocía este nuevo
concepto; el de Amor Liquido del sociólogo Zygmunt Bauman, se pasa a describirlo
brevemente;
En las sociedades capitalistas con
la lógica de mercado imperante, sostiene Bauman, se han vuelto frágiles los vínculos
humanos y las relaciones interpersonales se han tornado superficiales, con
menos compromisos, muchas de las veces poco duraderos, sin estabilidad. Detalla que en este tipo de sociedad de
mercado ya no se buscan relaciones sino más bien conexiones, ya que las
conexiones sugieren la posibilidad que en caso de aburrimiento o agotamiento
las personas puedan simplemente desconectarse como se haría en una red virtual.
Esto sucede según el sociólogo debido al exacerbado individualismo, típico de
las sociedades capitalistas posmodernistas en donde el ethos económico invade
la conciencia humana para instalar en las relaciones interpersonales la
perspectiva consumista transformando a las personas en mercancía resultando el amor una especie de consumo
mutuo basado en una racionalidad economicista.
“Por ello el amor se ha vuelto líquido, fluye, cambia constantemente y toma caminos inesperados, ya que el
individuo también cambia, nada es sólido como el pasado que lo describe con
valores más firmes y menos volubles.” Z. Bauman.
Leandro Prieto Ruiz.
Leandro Prieto Ruiz.
Muy interesante querido amigo (instruyéndome una vez mas), leerte siempre es un placer. Como dijo Horacio "Los poetas han sido los primeros maestros del género humano."
ResponderEliminarEspectacular Diego! ahora se viene la segunda parte
EliminarExcelente Leandro!! " como las olas del mar" en resumen!!
ResponderEliminarGracias Rossana!! me alegra que te haya gustado!
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