lunes, 30 de mayo de 2022

31 de mayo natalicio de Leandro Prieto Yegros.

En el día del cumpleaños de Leandro Prieto Yegros, lo recordamos publicando un escrito obsequiado por su hermana Margarita Prieto Yegros un 31 de mayo de 1986, en el cual recuerdan a su madre Concepción.



CONCHI

A mamá, última de los nueve hijos de Bartolomé Yegros y Eduvigis Yedro, sus familiares le apodaban Nena; papá le llamaba Nenucha.

Su nombre de pila Pura Limpia Concepción se redujo con el uso a Concepción y por eso, nosotros sus hijos le llamábamos afectuosamente Conchi

Ahora que ella ya no está, pronunciar su nombre me produce indescriptibles sensaciones y sentimientos de amor, complacencia, gratitud y admiración.

La evoco caminando conmigo, desde nuestra casa a la iglesia, donde a menudo iba a cantar, en los casamientos, el Ave María de Gounod. Yo asistía arrobada a sus ensayos e interpretaciones sentada en algún sitio del coro. Cantaba ella como un ruiseñor y, su alcance de las notas altas significaba para mí el sumum del arte.

También cantaba en casa lavando ropas, ordenando las piezas o trajinando en la cocina. Cantaba tangos, boleros, canciones de zarzuelas y operetas. Siempre alegre parecía que nada le contrariaba; sin embargo, en esa época la vida de un ama de casa no era fácil; se cocinaba a leña o carbón; en las noches nos alumbrábamos con lámparas a kerosén; no había agua corriente y tanto el lavado como el planchado de ropas eran actividades fatigantes.


Conchi siempre estaba alegre y cantaba. . . cantaba. “Caminiiiito que el tiempo ha borrado. . . y que juntos, un día nos viste… pasar…” o “Adioooos! ¡Pampa mía, me voy a tierras extrañas. . . o “Valenciaaa! Tus mujeres de ojos negros son mi eterna adoración. . . ¡Valenciaaa! Resonaba su potente voz a través de toda la casa.

Cuando regresábamos de la escuela se adelantaba a recibirnos con besos, abrazos y ponderaciones que nos hacían sentir importantes y muy amados.

A menudo estaba contando a sus amigas algo simpático y sus sonoras carcajadas invitaban a reír.

No era muy hábil en la cocina; con frecuencia se le quemaban los dulces y las tortas, pero, ella no se desanimaba y ensayaba nuevas recetas. Todo lo que nos ofrecía era apetecible, tal vez, por el cariño con el que lo preparaba. Recuerdo con deleite las batatas que asaba al rescoldo y nos servía con leche.

Su incomparable carácter nos ayudó a soportar el impacto de la Revolución Civil del 47, en nuestras vidas. Cuando la situación empeoró nos enseñó a ser cautelosos y por su parte aprendió a disparar una pistola. Decía: - Nadie tocará a mis hijos sin que yo le dispare con mi 38 largo.

Y. . . siguió cantando, cantando y, ayudándonos a no abrumarnos con los horroríficos relatos de la revolución fratricida.

Tenía la rara cualidad de atenuar las tristezas y dolores y, de disfrutar plenamente los momentos felices.

Cuando, Leandro Prieto, su esposo, fue nombrado Intendente Municipal de Asunción y después Ministro del Poder Ejecutivo Conchi paladeó su triunfo y lo apoyó en sus actividades políticas. Atendía sin reparos a los campesinos que llegaban a casa a horas y deshoras.

Y. . .  cómo describir su actitud en las adversas horas del destierro político? Multiplicó su fortaleza y se ingenió para administrar los menguados ingresos familiares repitiendo a menudo: ¡Benditos sean los trastornos! Todo es gracia de Dios.

Y no dejó de cantar. Aprendió nuevas canciones y siguió llenando la casa de sus trinos.

Y, ni la viudez después, ni enfermedades y dificultades insólitas consiguieron desmoronar su optimismo. Hasta de su sepelio solía hablar como una fiesta de flores y amigos.

Y, así se fue, colmada de flores y rodeada de una multitud de amigos.

Yo, cada vez que escucho las canciones que ella cantaba la siento a mi lado, feliz y amorosa, cantando, cantando. . .

Macua Pasticho

                                                                                                                                               31/05/1986 



1 comentario:

  1. Buenisimo, bravo!!
    Me encantó, me hizo revivir algunos momentos de mi niñez. Gracias por esta bella historia.

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